viernes, 5 de abril de 2019
Ayer.
Las desilusiones
y remordimientos,
lo que no será
o fue sin remedio,
y torres derribadas
o alzados incendios,
fantasmas de humo
que me causan miedo
o el triste vacío
de los vanos sueños,
borran horizontes
y agrandan recuerdos.
El pasado cerca.
El futuro lejos.
Nublada mi vista
y el ánimo preso
sometido al llanto
de pesares viejos.
Manuel Altolaguirre.
jueves, 4 de abril de 2019
Epílogo (Poemas para un cuerpo).
Playa de la Roqueta:
Sobre la piedra, contra la nube,
Entre los aires estás, conmigo
Que invisible respiro amor en torno tuyo.
Mas no eres tú, sino tu imagen.
Tu imagen de hace años,
Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome,
Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy
En tiempo y en espacio.
Pero en olvido no, porque al mirarla,
Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,
Dentro de mí la hallo y lo revivo.
Tu gracia y tu sonrisa,
Compañeras en días a la distancia, vuelven
Poderosas a mí, ahora que estoy,
Como otras tantas veces
Antes de conocerte, solo.
Un plazo fijo tuvo
Nuestro conocimiento y trato, como todo
En la vida, y un día, uno cualquiera,
Sin causa ni pretexto aparente,
Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?
Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.
La tentación me ronda
De pensar, ¿para qué todo aquello:
El tormento de amar, antiguo como el mundo,
Que unos pocos instantes rescatar consiguen?
Trabajos del amor perdidos.
No. No reniegues de aquello,
Al amor no perjures.
Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado,
Pero valió la pena,
La pena del trabajo
De amor, que a pensar ibas hoy perdido.
En la hora de la muerte
-Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos-,
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.
Luis Cernuda.
miércoles, 3 de abril de 2019
Emilia.
La adelantada fuiste tú en la tierra
a sonreír desde la cuna,
tú, nuestra adelantada hoy en el cielo,
rica de primogenitura.
Si la primera entre los diez hermanos
fuiste en la cuna y en la tumba,
más crecida entre todos, nos preparas
en nueva casa nueva cuna.
Hoy es 15 de agosto y es el día
en que María el cielo surca;
que Ella te diga que en ti espero y pienso,
tú, su azucena en las alturas.
Yo era un niño de meses, tú una infanta,
virgen de musas y de músicas.
Entre tus brazos de soñada madre
tú me estrechabas con ternura.
Durante trece meses que mi lengua,
pétalo apenas que se curva,
no supo articular la santa sílaba
que leche y madre clama y busca,
fuimos tú y yo de padre y madre hermanos
-nuestra mudez, madre profunda-
y al pensar que ya pronto me perdías,
más me robabas cada luna.
Tú chapuzabas en mis ojos nuevos
tus ojos fijos de preguntas
y hablaban con las mías tus pupilas
voces de arroyo que susurra.
Al jugar tu recelo y mi inocencia,
mi transparencia con tu angustia,
sentías derramarse en tus entrañas
mil cataratas de clausura.
El mundo para ti se te abreviaba
entre mantillas y entre espumas;
mis puños sonrosados que esgrimía
eran tus flores, sólo tuyas.
¿Cómo de aquellas pláticas sublimes
la clave hallar que las traduzca,
de aquellas letanías de amor puro,
de amor que lleva a la locura?
El padre y los hermanos nos miraban
y se asomaban a la cuna,
al umbral del misterio doloroso
de aquella sima taciturna.
¿Acaso ya sabías, dulce hermana,
dulce doncella sordomuda,
que Dios que te selló boca y oídos
para embriagarte de su música,
desataría un día mi trabada
lengua discípula y adulta?
¿Sabías ya que yo iba a ser poeta?
¿No eres tú, Emilia, quien me apunta?
Gerardo Diego.
martes, 2 de abril de 2019
Ángelus.
A Antonio Machado.
Sentado en el columpio
el ángelus dormita
Enmudecen los astros y los frutos
Y los hombres heridos
pasean sus surtidores
como delfines líricos
Otros más agobiados
con los ríos al hombro
peregrinan sin llamar en las posadas
La vida es un único verso interminable
Nadie llegó a su fin
Nadie sabe que el cielo es un jardín
Olvido.
El ángelus ha fallecido
Con la guadaña ensangrentada
un segador cantando se alejaba...
Gerardo Diego.
lunes, 1 de abril de 2019
Historias en África.
Techaban aires rápidos,
concéntricas del cielo,
curvas capas azules
de los jinetes negros,
dibujando turbantes
en sus caracoleos.
Más ancho que hondo,
el campo ofrecíase desierto
para la gran carrera
de los hombres aquellos.
Fugitivo horizonte
de polvo, lana y cuero,
la hilera de jinetes
se perdió tierra adentro.
Manuel Altolaguirre.
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