viernes, 7 de febrero de 2014

Los Nombres.



Albor. El horizonte 
entreabre sus pestañas, 
y empieza a ver. ¿Qué? 
Nombres. 
Están sobre la pátina

de las cosas. La rosa 
se llama todavía 
hoy rosa, y la memoria 
de su tránsito, prisa.

Prisa de vivir más. 
A lo largo amor nos alce 
esa pujanza agraz 
del Instante, tan ágil

que en llegando a su meta 
corre a imponer Después. 
Alerta, alerta, alerta, 
yo seré, yo seré.

¿Y las rosas? Pestañas 
cerradas: horizonte 
final. ¿Acaso nada? 
Pero quedan los nombres.

Jorge Guillén.

jueves, 6 de febrero de 2014

Gota pequeña, mi dolor.



Gota pequeña, mi dolor.
La tiré al mar.
Al hondo mar.
Luego me dije: ¡A tu sabor
ya puedes navegar!

Más me perdió la poca fe...
La poca fe
de mi cantar.
Entre onda y cielo naufragué.

Y era un dolor inmenso el mar.


Dámaso Alonso.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Reflejos.



A Pedro Garfias


En este río lácteo
los navíos no sueñan sobre el álveo

Como un guante famélico
el día se me escapa de los dedos

Me voy quedando exhausto
pero en mi torso canta el mármol


Una rueda lejana
me esconde y me suaviza
las antiguas palabras


Cae el líquido fértil de mi estatua
y los navíos cabecean

Amarrados al alba.



Gerardo Diego.

martes, 4 de febrero de 2014

Corazón en suspenso.



Pájaro como luna, 
luna colgada o bella, 
tan baja como un corazón contraído, 
suspendida sin hilo de una lágrima oscura. 

Esa tristeza contagiosa 
en medio de la desolación de la nada, 
sin un cuerpo hermosísimo, 
sin un alma o cristal 
contra lo que doblar un rayo bello. 

La claridad del pecho o el mundo acaso, 
en medio la medalla que cuelga, 
ese beso cuajado en sangre pura, 
doloroso músculo, corazón detenido. 

Un pájaro solo —quizá sombra, 
quizá la dolorosa lata triste, 
el filo de ese pico que en algún labio 
cortó unas flores, un amarillo estambre o polen luna. 

Para esos rayos fríos, 
soledad o medalla realizada, 
espectro casi tangible 
de una luna o una sangre o un beso al cabo.



Vicente Aleixandre.


lunes, 3 de febrero de 2014

Tu vientre y otros resabios.




La juventud
Su paso acelerado ojos de acero manos más de dos
Alegría
Escuchar un disco cuadrado hacer el amor con la mujer
Del prójimo (¿no somos todos prójimos?)
El aturdimiento del atardecer
El microcosmos de la física moderna
-Después de muerto me basta ser electrón-
Mi juventud tirada por la ventana
Tu piel papel de seda
Tus senos uno al sol el otro en la sombra
Mi deambular por los barrios galdosianos
El electroshock de súbito
Alegría
Dios es bueno en tanto la mujer responda
Quédate esta noche a desayunar
Me permito exclamar oh tu entrepierna en voz baja
Quiero vivir en América
Qué coño en América del Sur,
He visto demasiadas tierras
Todas caben en tu axila
Salgamos de la habitación por la puerta de urgencia
Compremos un buen periódico clara utopía
Y saludemos a la juventud desde los cincuenta y siete años
Como diecisiete como veintiuno como tu vientre de malvavisco.



Blas de Otero.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...