viernes, 8 de abril de 2016
El casco roído y verdoso.
El casco roído y verdoso
del viejo falucho
reposa en la arena...
La vela tronchada parece
que aún sueña en el sol y en el mar.
El mar hierve y canta...
El mar es un sueño sonoro
bajo el sol de abril.
El mar hierve y ríe
con olas azules y espumas de leche y de plata,
el mar hierve y ríe
bajo el cielo azul.
El mar lactescente,
el mar rutilante,
que ríe en sus liras de plata sus risas azules...
¡Hierve y ríe el mar!...
El aire parece que duerme encantado
en la fúlgida niebla de sol blanquecino.
La gaviota palpita en el aire dormido, y al lento
volar soñoliento, se aleja y se pierde en la bruma del sol.
Antonio Machado.
jueves, 7 de abril de 2016
Sonreír con la alegre tristeza del olivo.
Sonreír con la alegre tristeza del olivo.
Esperar. No cansarse de esperar la alegría.
Sonriamos. Doremos la luz de cada día
en esta alegre y triste vanidad del ser vivo.
Me siento cada día más libre y más cautivo
en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría.
Cruzan las tempestades sobre tu boca fría
como sobre la mía que aún es un soplo estivo.
Una sonrisa se alza sobre el abismo: crece
como un abismo trémulo, pero valiente en alas.
Una sonrisa eleva calientemente el vuelo.
Diurna, firme, arriba, no baja, no anochece.
Todo lo desafías, amor: todo lo escalas.
Con sonrisa te fuiste de la tierra y del cielo.
Miguel Hernández.
miércoles, 6 de abril de 2016
Amor dormido.
Dormías, los brazos me tendiste y por sorpresa
rodeaste mi insomnio.
¿Apartabas así la noche desvelada,
bajo la luna presa?
tu soñar me envolvía, soñado me sentí.
Jorge Guillén.
martes, 5 de abril de 2016
Sin voz, desnuda.
Sin armas.
Ni las dulces sonrisas,
ni las llamas rápidas de la ira.
Sin armas.
Ni las aguas de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas.
Sola.
Ceñida en tu silencio.
-Sí- y -no-, -mañana- y -cuando-,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
-fría, invencible, eterna-
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.
Pedro Salinas.
lunes, 4 de abril de 2016
Beso.
¡Qué sola estabas por dentro!
Cuando me asomé a tus labios
un rojo túnel de sangre,
oscuro y triste, se hundía
hasta el final de tu alma.
Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.
Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.
¡Cuántas flechas, peces, pájaros,
cuántas caricias y besos!
Manuel Altolaguirre.
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