jueves, 9 de mayo de 2019

Tercer par.


Vida

Aquí en la vida presente este niño es un niño.
Pesaroso, si triste, pero pidiendo risas.
Tiene ese mismo pelo rubio, pero no cae abatido
por una luz severa de los altos vitrales.
Aquí cae silencioso pero gracioso, hacia adelante y quiere
reír con brillos generales de un sol abierto y libre.
Llega a la frente el pelo y rueda, y un flequillo cercara,
enmarcando los ojos que allá chispean lícitos.

Ojos entre pestañas espesas,
oscuros como la sombra que el sol mismo prestase.
Y dentro la pupila tan pura que es el alma,
el infantil estar, con grandes ojos.
No es un salón, ni un muro, ni un mármol donde el pie grave pisa.
Ni son tapices lentos, gualdrapas, ni armaduras.
No son bóvedas altas. Que dan, hueco, el gran eco.

Más alta, más, hay bóveda. La gran bóveda, insigne,
solar: el cielo inmenso. Aquí el niño está mudo.
En pie, su ladeada cabeza descansa sobre el bracito,
apoya su fina traza en la madera erguida:
el mango de una pala que el borde tiene en tierra.

He aquí un instante quieta una figura ilustre.
Ilustre pues que existe, porque del suelo yérguese,
suelo también erguido, terral, y su hombro es tierra.
O luz. Lo mismo, y arriba su delicada testa,
un triunfo numeroso: la boca, el labio, el cuello, la suave
mejilla, la tersa frente y luego luz, más luz: el pelo en brillos.

Este niño ha movido su mano.
Ha alzado esa pala con tierra al aire, en horas, en más horas.
El sol crecía reciente cuando empezaba su jornada virgen,
y decaía el sol cuando el templado niño suelta su mango y cesa.
No: sube su mano y pasa su dorso sobre su frente mate.

¡Sudor! No es el rocío. Sus gotas matinales, cuando existen, son frescas,
pero estas tan pequeñas que apenas se originan en el menudo espacio,
son vespertinas gotas abrasadas que caen y no de un cielo, y sí: mas ruedan.

Este niño es hoy niño. Como un hombre trabaja. Y es niño aún. Y dura.
Y pasa. Dulce expresión reciente cuando amanece el día: acorde luz.
¡Qué corta! Dudosa sombra extinta, casi sin luz, o luz callándose,
cuando, volviendo, avanza sobre el terrón espeso, la grama, el tallo erguido.

Y al fin llega. Y el niño es aún más niño
cuando en más sombra duerme.

Vicente Aleixandre.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Primera aparición.


Allí surtiendo de lo oscuro,
rompiendo de lo oscuro,
serena, pero casi cruel, como una leve diosa recobrada,
hete aquí que ella emerge,
sagradamente su ademán extendiendo,
para que la luz del día, la ya gozosa luz que la asalta,
se vierta doradamente viva sobre su palma núbil.

¿Es la sombra o la luz lo que su luciente cabello
arroja a los hombres, cuando cruza mortal un instante,
como un íntimo favor que la vida dejara?
¿O es solo su graciosa cintura, donde la luz se acumula,
se agolpa, se enreda, como la largamente desterrada
que, devuelta a su reino, jubilar se amontona?

No sé si es ella o su sueño. Pájaros inocentes
todavía se escapan de sus crespos cabellos,
prolongando ese mundo sin edad de que emerge,
chorreando de sus luces secretas, sonriente, clemente,
bajo ese cielo propio que su frente imitase.

Oh tú, delicada muchacha que desnuda en el día,
que vestida en el día de las luces primeras,
detuviste un momento tu graciosa figura
para mirarme largo como un viento encendido
que al pasar arrastrase dulcemente mi vida.

Si pasaste te quedas. Hoy te veo. Tú pasas.
Tú te alejas. Tú quedas,.. Como luz en los labios.
Como fiel resplandor en los labios. Miradme.
Otros brillos me duran en la voz que ahora canta.

Vicente Aleixandre.

martes, 7 de mayo de 2019

Con la flor más alta. Mi triste ansia.


Lo que corre por la tierra es humo,
no agua.
Y su azul se desvanece como
mi ansia.

Lo que vuela por el aire es bruma,
no ala.
Y su pluma se deshace como
mi ansia.

Lo que sube por la sombra es sueño,
no alma.
Y su gris se descompone como
mi ansia.

Juan Ramón Jiménez.

lunes, 6 de mayo de 2019

Perfecto para la muerte.


Sí, perfecto; recreado
en perpetuas soledades.
¡Llanura!: cinco verdades,
las del estigmatizado,
llagas vivas, en tu fuero
de altiplanicie señero,
viven de mirar lo inerte,
de oír y oler lo indistinto,
gustando y palpando instinto.
Perfecto, para la muerte.

Juan José Domenchina.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...