viernes, 8 de junio de 2018

El visitante.



Aquí también entré, en esta casa.
Aquí vi a la madre cómo cosía.
Una niña, casi una mujer
(alguien diría: qué alta, qué guapa se está poniendo),
alzó sus grandes ojos oscuros, que no me miraban.
Otro chiquillo, una menuda sombra,
apenas un grito, un ruidillo por el suelo,
tocó mis piernas suavemente, sin verme.
Fuera, a la entrada, un hombre golpeaba,
confiado, en un hierro.

Y entré, y no me vieron.
Entré por una puerta, para salir por otra.

Un viento pareció mover aquellos vestidos.

Y la hija alzó su cara, sus grandes ojos vagos y llevó a su frente sus dedos.

Un suspiro profundo y silencioso exhaló el pecho de la madre.

El niño se sentió cansado y dulcemente cerró los ojos.

El padre detuvo su maza y dejó su mirada en la raya azul del crepúsculo.


Vicente Aleixandre.

jueves, 7 de junio de 2018

El infierno.


No tengo más documentos de mí mismo
que este barro mal hecho y mal cocido
en el que nadie pondrá jamás su orgullo...
ni los hombres, ni Dios... ni yo tampoco.
No reniego.
Pero así, con esta estructura desconchada y torcida,
yo no acudo ni me presento ante la Luz.
Déjame volver a la pella, al torno, al punzón,
al horno otra vez, invisible Alfarero.
¿Para qué hablar como un fatal castigo
de las terribles llamas del infierno
si todo va a ocurrir como un deseo
heroico y profundo del soplo y de la forma
que no se han encontrado todavía...
y su amoroso lecho nupcial está en el fuego?


León Felipe.

miércoles, 6 de junio de 2018

Tarde.


Mejor que tú, pensamiento,
este olvido de enramada
donde todo vive en nada:
hoja al sol, pájaro al viento.
De azul de luz sin cimiento,
¡qué cúpula!
Maravilla de ingravidez amarilla.
Mejor, pensamiento, el río;
donde apenas moja el frío
de su límite la orilla.


Juan José Domenchina.

martes, 5 de junio de 2018

Pleno amor.


                     I

¿Amor envuelve en las formas
de un viento? Se transfigura
bajo un viento nuestro abrazo:
concentrándose está en lucha.
Triunfo habrá para los dos, gocémonos.
 ¡Oh, no hay burla contra la fe
ya animal de toda la criatura!
Desaparece la estancia.
Una luz de anhelo y súplica
crea un ámbito al amor
con muros de sombras juntas.
Infinita, sí, trascurre
la noche. Pero se ajusta
-con la precisión de un mundo
soñado por la absoluta
claridad- a este clarísimo
destino: nuestra ventura.
Y la ventura despacio
va confiándose -nunca
más estrellas en el cielo-
a una pesadumbre suya.
Mientras -la carne es también
alma, reina tu blancura-
un ritmo acoge y acrece
la obstinación -¡qué profunda
masa tanta noche en vela!-
de esta casi calentura,
de este buen ardor.
Palpitan, humildemente nocturnas,
las estrellas como si
regalasen una luna de paz.
Paz en la verdad.

                      II

En la verdad.
Y se anuncia lo más fabuloso.
¿Tumba para una resurrección,
para llegar a ser pluma
casi indistinta del aire,
aire sobre el mar, espuma
que fuese nube en un cielo
con voz de mar?
No hay más ruta
que este más allá mortal:
vértigo de una dulzura
que de más vida en más vida
se atropella, se derrumba,
-¡llega a tal embriaguez
el ser que desde su altura
conspira al derrumbamiento!-
y va a la noche desnuda
con un ansia de catástrofe,
o de postrer paz, en fuga
final ¿hacia qué reposos,
qué aplanamientos, qué anchuras?
¿O hacia la aniquilación desesperada?
Concluya, concluya tanta inminencia.
Todo se confía -nunca más estrellas en el cielo-
a su pesadumbre muda, fatal.
¡Sea!
Fatalmente puede más que yo la angustia
que me entrega a la catástrofe,
-todo conmigo sucumba-
que no será… que no es una catástrofe -
¡brusca perfección!- por más que abdique,
y se desplome y se hunda
-amor, amor realizado-
el alma en su carne: puras.

Jorge Guillén.

lunes, 4 de junio de 2018

Amor Noche.




El alma es igual que el aire,
con la luz: se hace invisible,
perdiendo su honda negrura.

Sólo en las profundas noches
son visibles alma y aire.
Sólo en las noches profundas.

Que se ennegrezca tu alma
pues quieren verla mis ojos.
Oscurece tu alma pura.

Déjame que sea tu noche,
que enturbie tu transparencia.
¡Déjame ver tu hermosura!


Manuel Altolaguirre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...