viernes, 14 de septiembre de 2018

Niñez.


Disparada inocencia de albor animal
destello de joya en bullicio,
diamante impaciente que canta,
pájaro nítido: Llévanos tú bajo los soles
que te descubren y dan sus dominios,
arrebátanos en tus ráfagas de paraíso,
elévanos a la alegría sin tacha de tu infinito.

Jorge Guillén.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Ánimo.


En régimen continuo de entereza,
imposibles los cálculos o embrollos,
no sabías contarte el dulce cuento
que a tu propia figura complaciese,
ni apenas atendías a tu ser,
toda entregada a los que amaste mucho,
bajo un mirar muy claro.
Sonreías hasta en la voz.
Trascurre alguna hora.
Sin insistir sugieres desde un margen
que es tuyo: perfilada, la ironía
se insinúa pasando con un vuelo piadoso.
Lees, lees.
Al piano retornas y, sutil, leyendo aún descifras.
No, no habrá.


Jorge Guillén.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Verdor es amor.


El río diseña un arco.
¡Mejor! Nos guarda en su aparte.
Dos horizontes comparte
Nuestra lentitud... El barco
Se para. ¡Tierra!
Tan zarco cielo pide una espesura
De intimidad.
¡Qué segura la promesa
del verdor fluvial!
Verdor es amor.
El río se da y perdura.


Jorge Guillén.

martes, 11 de septiembre de 2018

Presagio.


Eras ya la fragancia de tu sino.
Tu vida no vivida, pura, late
Dentro de mí, tictac de ningún tiempo.

¡Qué importa que el ajeno sol no alumbre
jamás estas figuras, sí, creadas,
Soñadas no, por nuestros dos orgullos!
No importa.
Son así más verdaderas
Que el semblante de luces verosímiles.
En escorzos de azar y compromiso.

Toda tú convertida en tu presagio,
Oh, pero sin misterio. Te sostiene
La unidad invasora y absoluta.

¿Qué fue de aquella enorme, tan informe,
Pululación en negro de lo hondo,
Bajo las soledades estrelladas?
Las estrellas insignes, las estrellas
No miran nuestra noche sin arcanos.
Muy tranquilo se está lo tan oscuro.

La oscura eternidad ¡oh!
no es un monstruo Celeste.
Nuestras almas invisibles
Conquistan su presencia entre las cosas.


Jorge Guillén.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Los nombres.


Albor.
El horizonte entreabre sus pestañas,
y empieza a ver. ¿Qué? Nombres.
Están sobre la pátina de las cosas.
La rosa se llama todavía hoy rosa,
y la memoria de su tránsito, prisa.

Prisa de vivir más.
A lo largo amor nos alce
esa pujanza agraz del Instante,
tan ágil que en llegando a su meta
corre a imponer después.
Alerta, alerta, alerta,
yo seré, yo seré.

¿Y las rosas?
Pestañas cerradas: horizonte final.
¿Acaso nada?
Pero quedan los nombres.

Jorge Guillén.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...