viernes, 29 de diciembre de 2017
Pasando vientos y olas.
Toda la noche,
los pájaros han estado cantándome sus colores.
-No los colores
de sus alas matutinas con el fresco de los soles.
No los colores
de sus pechos vespertinos al rescoldo de los soles.
No los colores
de sus picos cotidianos, que se apagan por la noche,
como se corren
los colores conocidos de las hojas y las flores-.
Otros colores,
el paraíso primero que perdió del todo el hombre.
El paraíso
que las flores y los pájaros inmensamente conocen.
Flores y pájaros
que van y vienen oliendo, volando por todo el orbe.
Otros colores,
el paraíso sin cambio que el hombre en sueños recorre.
Toda la noche,
los pájaros han estado cantándome los colores.
Otros colores
que tienen en otro mundo y que sacan por la noche.
Unos colores
que yo he visto bien despierto y que están yo sé bien dónde.
Yo sé de dónde
los pájaros han venido a cantarme por la noche.
Yo sé de dónde,
pasando vientos y olas, a cantarme mis colores.
Juan Ramón Jiménez.
jueves, 28 de diciembre de 2017
Espejo y eco. ¿por qué?.
¿Por qué no tiene memoria
el acantilado aquel
que tan bien me repetía
tus gritos de colegiala?
Manuel Altolaguirre.
miércoles, 27 de diciembre de 2017
Variación VIII. Renacimiento de Venus.
Donde estuvo la nube ya no hay nube;
los ojos, que la piensan.
Absoluto celeste, azul unánime
sin ave, sin su anécdota.
Al célico sosiego otro marino
sosiego le contesta.
Las últimas congojas de la ola
playa se las consuela.
Tanto sollozo en leve espuma acaba,
y la espuma en la arena.
Le basta un color solo a tanto espacio,
sin vela que disienta,
El mar va por el mar buscando azules
y a un azul los eleva.
Está el día en el fiel. La Luz, la sombra
ni más ni menos pesan.
Dentro del hombre ni esperanza empuja
ni memoria sujeta.
El presente, que tanto se ha negado,
hoy, aquí, ya, se entrega.
¡Presente, sí, hay presente! Ojos absortos
felices le contemplan.
El tiempo abjura de su error, las horas,
y pasa sin saberlas.
Aves, ondinas, callan, y de voces
vacío el aire dejan.
La dilatada anchura del silencio
de silencio se llena.
Es el vivir tan tenue, que no ata;
la cautiva se suelta.
Por las campiñas, ya, del puro ser
viene, va, se recrea.
Está el mundo tan limpio, que es espejo:
la escapada lo estrena.
Radiante mediodía. En él, el alma
se reconoce: esencia.
Segunda, y la mejor, surge del mar
la Venus verdadera.
Pedro Salinas.
martes, 26 de diciembre de 2017
Columpio.
A caballo en el quicio del mundo
un soñador jugaba al sí y al no
Las lluvias de colores
emigraban al país de los amores
Bandadas de flores
Flores de sí Flores de no
Cuchillos en el aire
que le rasgan las carnes
forman un puente
Sí No
Cabalgaba el soñador
Pájaros arlequines
cantan el no
cantan el sí.
Gerardo Diego.
viernes, 22 de diciembre de 2017
Un reloj.
Un reloj inteligente
mueve en el cielo sus brazos,
y sus dos flechas cautivas
descorren celajes blancos,
mostrando glorias posibles
alrededor de sus ángulos.
Velocidades de hélices
enturbian el centro opaco
pero claridades lentas,
en los bordes del horario,
constelaciones y números
marcan de mi tiempo el paso.
Manuel Altolaguirre.
jueves, 21 de diciembre de 2017
La voz a ti debida. Versos 1385 a 1406.
La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rindes
es el silencio.
Tus besos son ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
me dirán que tú existías,
que me quisiste: jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
tú, no.
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo.
Pedro Salinas.
miércoles, 20 de diciembre de 2017
Variación final. Salvación por la luz.
Los que ya no te ven sueñan en verte
desde sus soterrados soñaderos,
-lindes de tierra por los cuatro lados,
cuna del esqueleto-,
Sed tienen, no en las bocas, ni de agua;
sed de visiones, esas que tu cielo
proyecta -azules tenues- en su frente,
y tú realizas en azul perfecto.
Este afán de mirar es más que mío.
Callado empuje, se le siente, ajeno,
subir desde tinieblas seculares.
Viene a asomarse a estos ojos con los que miro.
¡Qué sinfín de muertos que te vieron
me piden la mirada, para verte!
Al cedérsela gano:
soy mucho más cuando me quiero menos.
Que estos ojos les valgan a los pobres de luz.
No soy su dueño.
¿Por cuánto tiempo -herencia- me los fían?
¿Son más que un miradero
que un cuerpo de hoy ofrece a almas de antes?
Siento a mis padres, siento que su empeño de no cegar jamás,
es lo que bautizaron con mi nombre.
Soy yo. Y ahora no ven, pero les quedo
para salvar su sombra de la sombra.
Que por mis ojos, suyos, miren ellos;
y todos mis hermanos anteriores,
sepultos por los siglos,
ciegos de muerte: vista les devuelvo.
¡En este hoy mío, cuánto ayer se vive!
Ya somos todos unos en mis ojos,
poblados de antiquísimos regresos.
¡Qué paz, así! Saber que son los hombres,
un mirar que te mira,
con ojos siempre abiertos,
velándote: si un alma se les marcha
nuevas almas acuden a sus cercos.
Ahora, aquí, frente a ti, todo arrobado,
aprendo lo que soy: soy un momento
de esa larga mirada que te ojea,
desde ayer, desde hoy, desde mañana,
paralela del tiempo.
En mis ojos, los últimos,
arde intacto el afán de los primeros,
herencia inagotable, afán sin término,
Posado en mí está ahora; va de paso.
Cuando de mí se vuele, allá en mis hijos
-la rama temblorosa que le tiendo-
hará posada. Y en sus ojos, míos,
ya nunca aquí, y aquí, seguiré viéndote.
Una mirada queda, si pasamos.
¡Que ella, la fidelísima, contemple
tu perdurar, oh Contemplado eterno!
Por venir a mirarla, día a día,
embeleso a embeleso,
tal vez tu eternidad,
vuelta luz, por los ojos se nos entre.
Y de tanto mirarte, nos salvemos.
Pedro Salinas.
martes, 19 de diciembre de 2017
El hombre.
Mide la sal nuestro gusto,
mide el temblor nuestra oreja,
mide el calor nuestra mano,
miden mis ojos tu ausencia.
Eso es ser hombre: medir.
¿Para quién toda esta cuenta de distancias?
¿Para quién esta división de fechas?
Manuel Altolaguirre.
lunes, 18 de diciembre de 2017
Ausencia del amante.
He vuelto por el camino sin yerba.
Voy al río en busca de mi sombra.
Qué soledad sellada de luna fría.
Qué soledad de agua sin sirenas rojas.
Qué soledad de pinos ácidos, errantes...
Voy a recoger mis ojos
abandonados en la orilla.
viernes, 15 de diciembre de 2017
El riego.
Deja su piel y se desnuda en río
o en ala de cristal, regando el prado,
la que sierpe de plomo, su enterrado
cuerpo desliza, la que lleva el frío
caudal de agua, la que lanza impío
riego rebelde contra el cielo airado,
chorro preso en metal, que destapado
blasfema espumas en su desvarío.
Deshace el sol los filos de estas fuentes,
robándole a la tierra el verde manto
e inútil es que le responda el suelo
con el necio escupir de sus serpientes.
Riego enemigo de la luz del cielo
no es alimento sino triste llanto.
Manuel Altolaguirre.
jueves, 14 de diciembre de 2017
Tormento del amor.
Te amé, te amé, por tus ojos, tus labios,
tu garganta, tu voz,
tu corazón encendido en violencia.
Te amé como a mi furia, mi destino furioso,
mi cerrazón sin alba, mi luna machacada.
Eras hermosa. Tenías ojos grandes.
Palomas grandes, veloces garras,
altas águilas potentísimas...
Tenías esa plenitud por un cielo rutilante
donde el fragor de los mundos no es un beso en tu boca.
Pero te amé como la luna ama la sangre,
como la luna busca la sangre de las venas,
como la luna suplanta a la sangre y recorre furiosa
las venas encendidas de amarillas pasiones.
No sé lo que es la muerte, si se besa la boca.
No sé lo que es morir. Yo no muero. Yo canto.
Canto muerto y podrido como un hueso brillante,
radiante ante la luna como un cristal purísimo.
Canto como la carne, como la dura piedra.
Canto tus dientes feroces sin palabras.
Canto su sola sombra, su tristísima sombra
sobre la dulce tierra donde un césped se amansa.
Nadie llora. No mires este rostro
donde las lágrimas no viven, no respiran.
No mires esta piedra, esta llama de hierro,
este cuerpo que resuena como una torre metálica.
Tenías cabellera, dulces rizos, miradas y mejillas.
Tenías brazos, y no ríos sin límite.
Tenías tu forma, tu frontera preciosa, tu dulce margen
de carne estremecida.
Era tu corazón como alada bandera.
¡Pero tu sangre no, tu vida no, tu maldad no!
¿Quién soy yo que suplica a la luna mi muerte?
¿Quién soy yo que resiste los vientos, que siente las
heridas de sus frenéticos cuchillos,
que le mojen su dibujo de mármol
como una dura estatua ensangrentada por la tormenta?
¿Quién soy yo que no escucho entre los truenos,
ni mi brazo de hueso con signo de relámpago,
ni la lluvia sangrienta que tiñe la yerba que ha nacido
entre mis pies mordidos por un río de dientes?
¿Quién soy, quién eres, quién te sabe?
¿A quién amo, oh tú, hermosa mortal,
amante reluciente, pecho radiante;
¿a quién o a quién amo, a qué sombra, a qué carne,
a qué podridos huesos que como flores me embriagan?
Vicente Aleixandre.
Hija de la mar.
Muchacha, corazón o sonrisa,
caliente nudo de presencia en el día,
irresponsable belleza que a sí misma se ignora,
ojos de azul radiante que estremece.
Tu inocencia como un mar en que vives
qué pena a ti alcanzarte, tú sola isla aún intacta;
qué pecho el tuyo, playa o arena amada
que escurre entre los dedos aún sin forma.
Generosa presencia la de una niña que amar,
derribado o tendido cuerpo o playa a una brisa,
a unos ojos templados que te miran,
oreando un desnudo dócil a su tacto.
No mientas nunca, conserva siempre
tu inerte y armoniosa fiebre que no resiste,
playa o cuerpo dorado, muchacha que en la orilla
es siempre alguna concha que unas ondas dejaron.
Vive, vive como el mismo rumor de que has nacido;
escucha el son de tu madre imperiosa;
sé tú espuma que queda después de aquel amor,
después de que, agua o madre, la orilla se retira.
Vicente Aleixandre.
miércoles, 13 de diciembre de 2017
De noche.
He aquí lo más hondo de la noche.
No te turbes, que dentro de lo oscuro
Te rendirás a sus potencias breves
Bajo un sigilo sin horror ni enigma,
Hostil aL coco, difícil al encanto.
Jorge Guillén.
martes, 12 de diciembre de 2017
De cristal las paredes.
De cristal las paredes, el recuerdo,
descubriendo distancias y posturas, fabricó.
Decapitado cuerpo de aire,
hueco traje de ausente en el ropero,
a mi memoria dieron el motivo.
Vi el mar tras las paredes.
Por la playa mi infancia
y mi ascendencia de la mano.
El cutis de la lana, esta de ahora
que se hunde a mis caricias suavemente,
las de la brisa entonces recibía.
Los dos íbamos juntos.
¡Qué sorpresa cuando al volverme,
entre cristales
-paredes que el recuerdo fabricó-,
desde mi bella infancia de las playas
-¡oh ilusión del futuro!-
me veo solo
-¡tristeza del presente!-,
recordando puras y alegres
tardes del pasado!
Manuel Altolaguirre.
lunes, 11 de diciembre de 2017
Poemas de amor.
Estoy pensando en ti cuando no pienso
que estoy pensando en ti, cuando quisiera
no tener que pensar para sentirme
de tu lejano corazón más cerca.
Más cerca de esa pura lejanía
íntimamente clara de tu ausencia:
de ese rastro de luz que tu recuerdo
enciente en mí cuando de mí se aleja.
Me acercaré de nuevo a tu tristeza
como a una misteriosa melodía
que le da al corazón su resonancia
de música infinita.
Y volveré a sentir cuando me mires,
callada y pensativa,
que apagas con tus ojos al mirarme
el sueño de mi vida.
José Bergamín.
jueves, 7 de diciembre de 2017
Mi oasis.
Qué trasparente amor,
en la cálida tarde tranquila,
el del azul y yo.
Mi pena viene y va.
Mas la mira una estrella suave
y se pone a cantar.
Juan Ramón Jiménez.
martes, 5 de diciembre de 2017
Corazón negro.
Corazón negro.
Enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna.
Sangre negra, corazón dolorido
que desde lejos la envías a latidos inciertos,
bocanadas calientes, vaho pesado de estío,
río en que no me hundo,
que sin luz pasa como silencio, sin perfume ni amor.
Triste historia de un cuerpo
que existe como existe un planeta,
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un claror de carne.
Aquí, aquí en la tierra echado entre unos juncos,
entre lo verde presente, entre lo siempre fresco,
veo esa pena o sombra, esa linfa o espectro,
esa sola sospecha de sangre que no pasa.
¡Corazón negro, origen del dolor o la luna,
corazón que algún día latiste entre unas manos.
beso que navegaste por unas venas rojas,
cuerpo que te ceñiste a una tapia vibrante!
Vicente Aleixandre.
Enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna.
Sangre negra, corazón dolorido
que desde lejos la envías a latidos inciertos,
bocanadas calientes, vaho pesado de estío,
río en que no me hundo,
que sin luz pasa como silencio, sin perfume ni amor.
Triste historia de un cuerpo
que existe como existe un planeta,
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un claror de carne.
Aquí, aquí en la tierra echado entre unos juncos,
entre lo verde presente, entre lo siempre fresco,
veo esa pena o sombra, esa linfa o espectro,
esa sola sospecha de sangre que no pasa.
¡Corazón negro, origen del dolor o la luna,
corazón que algún día latiste entre unas manos.
beso que navegaste por unas venas rojas,
cuerpo que te ceñiste a una tapia vibrante!
Vicente Aleixandre.
lunes, 4 de diciembre de 2017
Para alcanzar la luz.
Dicen que soy un ángel
y, peldaño a peldaño,
para alcanzar la luz
tengo que usar las piernas.
Cansado de subir, a veces ruedo
-tal vez serán los pliegues de mi túnica-,
pero un ángel rodando no es un ángel
si no tiene el honor de llegar al abismo.
Y lo que yo encontré en mi mayor caída
era blando, brillante;
recuerdo su perfume,
su malsano deleite.
Desperté y ahora quiero
encontrar la escalera,
para subir sin alas
poco a poco a mi muerte.
Manuel Altolaguirre.
viernes, 1 de diciembre de 2017
Pausa.
Pausa, espantosa pausa
de párpados de plomo,
tromba dormida al aire,
pompa de paños, polvo,
donde irrumpen frenéticas
cien mil cristalerías
de fábricas de viento,
que el huracán derriba,
y un martillo de sangre
-¡clo!- que estrangula a pausas
-¡morir!- las simas súbitas
-silencio- de la ráfaga.
Dámaso Alonso.
jueves, 30 de noviembre de 2017
A Larra con unas violetas.
Aún se queja su alma vagamente,
El oscuro vacío de su vida.
Más no pueden pesar sobre esa sombra
Algunas violetas,
Y es grato así dejarlas,
Frescas entre la niebla,
Con la alegría de una menuda cosa pura
Que rescatara aquel dolor antiguo.
Quien habla ya a los muertos,
Mudo le hallan los que viven.
Y en este otro silencio, donde el miedo impera,
Recoger esas flores una a una
Breve consuelo ha sido entre los días
Cuya huella sangrienta llevan las espaldas
Por el odio cargadas con una piedra inútil.
Si la muerte apacigua
Tu boca amarga de Dios insatisfecha,
Acepta un don tan leve, sombra sentimental,
En esa paz que bajo tierra te esperaba,
Brotando en hierba, viento y luz silvestres,
El fiel y último encanto de estar solo.
Curado de la vida, por una vez sonríe,
Pálido rostro de pasión y de hastío.
Mira las calles viejas por donde fuiste errante,
El farol azulado que te guiara, carne yerta,
Al regresar del baile o del sucio periódico,
Y las fuentes de mármol entre palmas:
Aguas y hojas, bálsamo del triste.
La tierra ha sido medida por los hombres,
Con sus casas estrechas y matrimonios sórdidos,
Su venenosa opinión pública y sus revoluciones
Más crueles e injustas que las leyes,
Como inmenso bostezo demoníaco;
No hay sitio en ella para el hombre solo,
Hijo desnuda y deslumbrante del divino pensamiento.
Y nuestra gran madrastra, mírala hoy deshecha,
Miserable y aún bella entre las tumbas grises
De los que como tú, nacidos en su estepa,
Vieron mientras vivían morirse la esperanza,
Y gritaron entonces, sumidos por tinieblas,
A hermanos irrisorios que jamás escucharon.
Escribir en España no es llorar, es morir,
Porque muere la inspiración envuelta en humo,
Cuando no va su llama libre en pos del aire.
Así, cuando el amor, el tierno monstruo rubio,
Volvió contra ti mismo tantas ternuras vanas,
Tu mano abrió de un tiro, roja y vasta, la muerte.
Libre y tranquilo quedaste en fin un día,
Aunque tu voz sin ti abrió un dejo indeleble.
Es breve la palabra como el canto de un pájar,
Mas un claro jirón puede prenderse en ella
De embriaguez, pasión, belleza fugitivas,
Y subir, ángel vigía que atestigua del hombre,
Allá hasta la región celeste e impasible.
Luis Cernuda.
miércoles, 29 de noviembre de 2017
El ángel avaro.
Gentes de las esquinas
de pueblos y naciones que no están en el mapa
comentaban.
-Ese hombre está muerto
y no lo sabe.
Quiere asaltar la banca,
robar nubes, estrellas, cometas de oro,
comprar lo más difícil:
el cielo:
Y ese hombre está muerto.
Temblores subterráneos le sacuden la frente.
Tumbos de tierra desprendida,
ecos desvariados,
sones confusos de piquetas y azadas,
los oídos.
Los ojos,
luces de acetileno,
húmedas, áureas galerías.
El corazón,
explosiones de piedras, júbilos, dinamita.
Sueña con las minas.
Rafael Alberti.
martes, 28 de noviembre de 2017
Su sitio fiel.
Las nubes y los árboles se funden
y el sol les trasparenta su honda paz.
Tan grande es la armonía del abrazo,
que la quiere gozar también el mar,
el mar que está tan lejos, que se acerca,
que ya se oye latir, que huele ya.
El cerco universal se va apretando,
y ya en toda la hora azul no hay más
que la nube, que el árbol, que la ola,
síntesis de la gloria cenital.
El fin está en el centro. Y se ha sentado
aquí, su sitio fiel, la eternidad.
Para eso hemos venido.
-Cae todo lo otro, que era luz provisional-.
Y todos los destinos aquí salen,
aquí entran, aquí suben, aquí están.
Tiene el alma un descanso de caminos
que han llegado a su único final.
Juan Ramón Jiménez.
lunes, 27 de noviembre de 2017
La voz a ti debida. (Versos 2410 a 2430)
¿Y si no fueran las sombras
sombras? ¿Si las sombras fueran
-yo las estrecho, las beso,
me palpitan encendidas
entre los brazos-
cuerpos finos y delgados,
todos miedosos de carne?
¿Y si hubiese
otra luz más en el mundo
para sacarles a ellas,
cuerpos ya de sombra, otras
sombras más últimas, sueltas
de color, de forma, libres
de sospecha de materia;
y que no se viesen ya
y que hubiera que buscarlas
a ciegas, por entre cielos,
desdeñando ya las otras,
sin escuchar ya las voces
de esos cuerpos disfrazados
de sombras, sobre la tierra?
Pedro Salinas.
viernes, 24 de noviembre de 2017
Alma y tierra.
¡Oh, pobre tierra de mi ser alzada
contra goces y penas de la vida!
Si abro los ojos, por la doble herida
la luz me adentra carga muy pesada;
que vivir es guardar con la mirada
en breve espacio magnitud crecida,
y un alma tengo para dar cabida
a la extensión del mundo dilatada.
Derriba, tierra, pronto mis prisiones,
que mi espíritu quiere ser llanura
y vuelve al surco desde el cual te alzaron.
Ya el alma no precisa sepultura
ni el tiempo quiere ya limitaciones,
horas y muros para mí acabaron.
Manuel Altolaguirre.
jueves, 23 de noviembre de 2017
Una margarita.
Es una margarita
Que tiene quince pétalos,
Grupos de tres en tres
Con reverso azulino,
Y hacia la luz del sol,
Extensa, bien abierta,
Dirige su energía.
Y ya desde la tarde,
Cuando empieza la sombra,
La flor va recogiéndose
Cerrada por la noche.
Natura. Maravilla. Sin lección.
Jorge Guillén.
martes, 21 de noviembre de 2017
A Federico García Lorca.
Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;
que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.
Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.
Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.
Rafael Alberti.
lunes, 20 de noviembre de 2017
Celinda.
Sobre el ramaje un blanco
Bien erguido. ¿Qué arbusto?
Flor hacia mí. La arranco,
Fatalmente la arranco: soy mi gusto.
Esta flor huele a...
¿A jazmin?
No lo es.
¿A blancura?
Quizá.
Yo recuerdo el ataque de esta casi acidez
Como un sabor aguda.
Un sabor o un olor. Y un nombre fiel. Tal vez...
¡Sí, celinda! Perfecta: en su voz se desnuda.
Jorge Guillén.
viernes, 17 de noviembre de 2017
27 Esta cadena de hierro.
Esta cadena de hierro
que tanto pesa, me es leve
de llevar y no la siento.
Hay otra cadena hecha
de olas, de tierras y vientos,
de sonrisas y suspiros,
que me ata y no sé adónde,
que me esclaviza a ese dueño
desconocido, a ese dueño…
Pedro Salinas.
jueves, 16 de noviembre de 2017
Coraza y pecho abierto.
Coraza y pecho abierto.
Coraza hecha con el acero de lo eterno
para el dardo que lanza el arco, desde abajo,
cada día certero,
para el dardo sutil del cuidado pequeño.
Y los días pasados sin bajeza ni altura,
montón de muertas flechas rebotadas
al pie nuestro.
Y a lo otro pecho abierto: para la herida
grande del gran dolor eterno,
para el puñal del bien y el mal
que nosotros nos hemos de clavar en el pecho
por voluntad y por mandato interno,
mientras resbala en la coraza cada día
el dardo leve de los destinos ciegos.
Pedro Salinas.
miércoles, 15 de noviembre de 2017
Siesta de junio.
El agua de la alberca
acorda su rumor.
De la chicharra terca
se escucha el estridor.
Un abejorro acerca
su pertinaz hervor.
Con otro gallo alterca
un gallo reñidor.
Rezuman sombra, cerca,
dos árboles en flor.
Juan José Domenchina.
martes, 14 de noviembre de 2017
Variación VI. Todo se aclara.
En el confín te nace de tus aires
un pensamiento vago.
Nube parece, por lo vaporoso;
más nube, por lo cándido.
No se entiende; le guardan las distancias
en misterio velado.
La mañana, que asciende hacia su colmo
-esplendor- paso a paso,
en contornos se goza y en perfiles,
rechaza lo enigmático.
Ordena que lo expliquen, sucesivos
intérpretes, espacios.
Se alzan arrebatadas, velocísimas
olas a descifrarlo.
El mucho afán les ciega; quejumbroso
retumba su fracaso.
¿Qué claridades se hallan por la prisa?
La breve del relámpago.
Tarda noches la noche en ser auroras,
la luz se hace despacio.
Ya frentes más serenas -ondas-, onda
a onda, le van pensando.
Suave curva lo entrega a suave curva,
camino de lo diáfano.
Dulcemente lo llevan a la playa
donde esperan los anchos
pliegos dorados su mejor destino:
que llegue el texto mágico.
¡Triunfo, revelación! La última ola
prorrumpe en signos blancos.
A este fulgor de playa en mediodía
no resisten arcanos.
Y en impolutas láminas, la espuma
sin prisa, rasgo a rasgo,
el pensamiento aquel nacido oscuro,
lo pone todo en claro.
La luz traduce incógnitas lejanas
a gozos inmediatos.
Pedro Salinas.
lunes, 13 de noviembre de 2017
A Fray Luis de León.
¿Qué linfa esbelta, de los altos hielos
hija y sepulcro, sobre el haz silente
rompe sus fríos, vierte su corriente,
luces llevando, derramando cielos?
¿Qué agua orquestas bajo los mansos celos
del aire, muda, funde su crujiente
espuma en anchas copias y consiente,
terso el diálogo, signo y luz gemelos?
La alta noche su copa sustantiva
-árbol ilustre- yergue a la bonanza,
total su crecimiento y ramas bellas.
Brisa joven de cielo, persuasiva,
su pompa abierta, desplegada, alcanza
largamente, y resuenan las estrellas.
Vicente Aleixandre.
viernes, 10 de noviembre de 2017
Variación III - Dulce nombre.
Desde que te llamo así,
por mi nombre,
ya nunca me eres extraño.
Infinitamente ajeno,
remoto tú, hasta en la playa,
-que te acercas, alejándote
apenas llegas-, tú eres
absoluto entimismado.
Pero tengo aquí en el alma
tu nombre, mío. Es el cabo
de una invisible cadena
que se termina en tu indómita
belleza de desmandado.
Te liga a mí, aunque no quieras.
Si te nombro, soy tu amo
de un segundo. ¡Qué milagro!
Tus desazones de espuma,
abandonan sus caballos
de verdes grupas ligeras,
se amansan, cuando te llamo
lo que me eres: Contemplado.
Obra, sutil, el encanto
divino del cristianar.
Y aquí en este nombre rompe
mansamente tu arrebato,
aquí, en sus letras -arenas-,
como en playa que te hago.
Tú no sabes, solitario,
-sacramento del nombrar-
cuando te nombro,
todo lo cerca que estamos.
Pedro Salinas.
miércoles, 8 de noviembre de 2017
Campo.
-Cinco pétalos tiene
la flor que él ama:
la camisa de lino,
el refajo de lana
el vestido de seda,
el delantal, la capa-.
Aquel árbol de la cumbre
tiene las bridas del viento;
la capa de su jinete
pinta de celeste al cielo
y el agua del río se aleja
acariciando reflejos.
El pastor trenza su honda
con fibras de esparto nuevo,
mientras el rebaño va
dejando desnudo el suelo.
Ella en el barranco rojo
sus ramas rubias dio al viento.
Las miradas del pastor
oblicuamente crecieron.
Ella en el barranco rojo
y él en el perfil del cerro.
Manuel Altolaguirre.
martes, 7 de noviembre de 2017
Plenitud.
Una tarde de otoño caída del occidente
exactamente como la misma primavera.
Una sonrisa caliente de la nuca
que se vuelve y difícilmente nos complace.
Una nube redonda como lágrima
que abreviase su existencia
simplemente como el error:
todo lo que es un paño ante los ojos,
suavemente transcurre
en medio de una música indefinible,
nacida en el rincón donde las palabras no se tocan,
donde el sonido no puede acariciarse
por más que nuestros pechos se prolonguen,
por más que flotantes sobre su eco
olvidemos el peso del corazón sobre una sombra.
Alíviame.
La barca sosegada,
el transcurrir de un día o superficie,
ese resbalamiento justo de dos dimensiones,
tiene la misma sensación de un nombre,
de un sollozo doblado en tres o muerto,
cuidadosamente embalado.
Bajo cintas o arrugas,
bajo papeles color de vino añejo,
bajo láminas de esmeralda de las que no sale ya música,
la huella de una lágrima, de un dedo, de un marfil o de un beso
se ha ido levemente apagando,
creciendo con los años,
muriendo con los años,
lo mismo que un adiós,
lo mismo que un pañuelo blanco que de pronto se queda quieto.
Si repasamos suavemente la memoria,
si desechando vanos ruidos o inclemencias o estrépito,
o nauseabundo pájaro de barro contagiable,
nos echamos sobre el silencio como palos adormecidos,
como ramas en un descanso olvidadas del verde,
notaremos que el vacío no es tal, sino él, sino nosotros,
sino lo entero o todo, sino lo único.
Todo, todo, amor mío, es verdad, es ya ello.
Todo es sangre o amor o latido o existencia,
todo soy yo que siento cómo el mundo se calla
y cómo así me duelen el sollozo o la tierra.
Vicente Aleixandre.
lunes, 6 de noviembre de 2017
El ausente.
Aunque no estés aquí, sigues estando
en la memoria de los que te vieron,
en quienes yo me sé,
a quienes pido entrada por sus ojos
para poder llegar a tu presencia.
Aunque no estés aquí sigues estando,
repartido tu cuerpo entre otros cuerpos
en los que reconozco,
en éste tu mirada,
en ese otro tu voz,
en aquél tu contorno.
Sigues estando aquí casi completo,
que para mí tú lo eras todo,
todo parte de ti: el aire, el suelo,
los pájaros, las flores...
como si el mundo fuera un traje tuyo.
Y ahora sólo me falta;
parte de ese vestido,
pues sigues siendo tú
el paisaje total que yo contemplo,
con aire, suelo, pájaros y flores,
sin carne humana:
esa parte de ti que esta ahora ausente.
Manuel Altolaguirre.
viernes, 3 de noviembre de 2017
Abrazo.
Mi vida, no; las vidas,
mis generaciones,
mis estrellas todas,
las futuras memorias
donde estemos,
mi sangre con deleite
y un blanco olvido
de ceguera y de beso.
Manuel Altolaguirre.
jueves, 2 de noviembre de 2017
La voz en el jardín.
Mírame, ya el silencio
que otras veces me uncía
con la red que mis venas
sobre el mundo arrastraban,
lejano esta, Dios mío.
La red abandonada
como un islote muerto
sin forma y sin calor;
mi voz perdida...
Turbio me acerco a ti,
no sé por dónde,
ni que fuerza interior
de ti me llama.
Yo me dejo llevar...
Soy como un barco.
Como una nube más
sobre tu cielo.
martes, 31 de octubre de 2017
El alma.
El día ha amanecido.
Anoche te he tenido en mis brazos.
Qué misterioso es el color de la carne.
Anoche, más suave que nunca:
Carne casi soñada.
Lo mismo que si el alma al fin fuera tangible.
Alma mía, tus bordes, tu casi luz,
tu tibieza conforme.
Repasaba tu pecho, tu garganta,
tu cintura: lo terso,
lo misterioso, lo maravillosamente expresado.
Tocaba despacio, despacísimo, lento,
el inoíble rumor del alma pura, del alma manifestada.
Esa noche, abarcable; cada día, cada minuto, abarcable.
El alma con su olor a azucena.
Oh, no: con su sima, con su irrupción misteriosa de bulto vivo.
El alma por donde navegar no es preciso
porque a mi lado extendida, arribada, se muestra
como una inmensa flor; Oh, no: como un cuerpo
maravillosamente investido.
Ondas de alma..., alma reconocible.
Mirando, tentando su brillo conforme,
su limitado brillo que mi mano somete,
creo, creo, amor mío, realidad, mi destino,
alma olorosa, espíritu que se realiza,
maravilloso misterio que lentamente se teje,
hasta hacerse ya como un cuerpo,
comunicación que bajo mis ojos miro formarse,
organizarse, y conformemente brillar,
trasminar, trascender, en su dibujo bellísimo,
en su sola verdad de cuerpo advenido;
oh dulce realidad que yo aprieto, con mi mano,
que por una manifestada suavidad se desliza.
Así, amada mía,
cuando desnuda te rozo,
cuando muy lento, despacísimo, regaladamente te toco.
en la maravillosa noche de nuestro amor.
Con luz, para mirarte.
Con bella luz porque es para ti.
Para engolfarme en mi dicha.
Para olerte, adorarte,
para, ceñida, trastornarme con tu emanación.
Para amasarte con estos brazos
que sin cansancio se ahorman.
Para sentir contra mi pecho todos los brillos,
contagiándome de ti,
que, alma, como una niña sonríes
cuando te digo: - Alma mía... - .
Vicente Aleixandre.
lunes, 30 de octubre de 2017
Sepultura de la imaginación.
Un albañil quería... No le faltaba aliento.
Un albañil quería, piedra tras piedra,
muro tras muro, levantar una imagen al viento
desencadenador en el futuro.
Quería un edificio capaz de lo más leve.
No le faltaba aliento. ¡Cuánto aquel ser quería!
Piedras de plumas, muros de pájaros los mueve
una imaginación al mediodía.
Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus brazos,
con un poder más alto que el ala de los truenos
iban brotando muros lo mismo que aletazos.
Pero los aletazos duran menos.
Al fin, era la piedra su agente. Y la montaña
tiene valor de vuelo si es totalmente activa.
Piedra por piedra es peso y hunde cuanto acompaña
aunque esto sea un mundo de ansia viva.
Un albañil quería... Pero la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
fueron precipitados él y el viento.
Miguel Hernández.
viernes, 27 de octubre de 2017
Antes.
Hubiera preferido
ser huérfano en la muerte,
que me faltaras tú
allá, en lo misterioso,
no aquí, en lo conocido.
Haberme muerto antes
para sentir tu ausencia
en los aires difíciles.
Tú, entre grises aceros,
por los verdes jardines,
junto a la sangre ardiente,
continuarías viviendo,
personaje continuo
de mi sueño de muerto.
Manuel Altolaguirre.
jueves, 26 de octubre de 2017
Paraíso I Lo que sigue.
Como en la noche, el aire ve su fuente
oculta. Está la tarde limpia como
la eternidad.
La eternidad es solo
lo que sigue, lo igual; y comunica
por armonía y luz con lo terreno.
Entramos y salimos sonriendo,
llenos los ojos de totalidad,
de la tarde a la eternidad, alegres
de lo uno y lo otro. Y de seguir,
de entrar y de seguir.
Y de salir...
-Y en la frontera de las dos verdades
exaltando su última verdad,
el chopo de oro contra el pino verde,
síntesis del destino fiel, nos dice
qué bello al ir a ser es haber sido-.
Juan Ramón Jiménez.
miércoles, 25 de octubre de 2017
Posesión de tu nombre.
Posesión de tu nombre,
sola que tú permites,
felicidad, alma sin cuerpo.
Dentro de mí te llevo
porque digo tu nombre,
felicidad, dentro del pecho.
«Ven»: y tú llegas quedo;
«vete»: y rápida huyes.
Tu presencia y tu ausencia
sombra son una de otra,
sombras me dan y quitan.
-¡Y mis brazos abiertos!-
Pero tu cuerpo nunca,
pero tus labios nunca,
felicidad, alma sin cuerpo, sombra pura.
Pedro Salinas.
martes, 24 de octubre de 2017
Poema del árbol.
Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento…
Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.
Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.
Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.
Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.
No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.
Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde…
Antonio Machado.
lunes, 23 de octubre de 2017
Con la cruz del sur.
La cruz del sur se echa en una nube
y me mira con ojos diamantinos
mis ojos más profundos que el amor,
con un amor de siempre conocida.
Estuvo, estuvo, estuvo
en todo el cielo azul de mi inmanencia;
eran sus cuatro ojos la conciencia
limpia, la sucesiva solución de una hermosura
que me esperaba en la cometa,
ya, que yo remontaba cuando niño.
Y yo he llegado, ya he llegado,
en mi penúltima jornada de ilusión
del dios consciente de mí, mío,
a besarle los ojos, sus estrellas,
con cuatro besos solos de amor vivo;
el primero, en los ojos de su frente;
el segundo, el tercero, en los ojos de sus manos,
y el cuarto, en ese ojo de su pie de alta sirena.
La cruz del sur me está velando
en mi inocencia última,
en mi volver al niñodiós que yo fui un día
en mi Moguer de España.
Y abajo, muy debajo de mí, en tierra subidísima,
que llega a mi exactísimo ahondar,
una madre callada de boca me sustenta,
como me sustentó en su falda viva,
cuando yo remontaba mis cometas blancas:
y siente ya conmigo todas las estrellas
de la redonda, plena eternidad nocturna.
Juan Ramón Jiménez.
viernes, 20 de octubre de 2017
34 La obediencia que esta noche me susurras.
La obediencia que esta noche
me susurras al oído
obediencia es de veleta.
¿Estar quedo? ¿Cambiar mucho?
Eso será como quieran
los aires que muevas tú
para jugar con la ausencia.
No te quejes de mis vueltas
y de no encontrarme nunca
cara a cara:
eI huirte es obediencia.
Y si mi alma no te está nunca quieta,
no la llames volandera:
fidelidad te he jurado
-yo de hierro, tú de aire-
de veleta.
Pedro Salinas.
jueves, 19 de octubre de 2017
La voz a ti debida. (Versos 1884 a 1919)
La frente es más segura.
los labios ceden, rinden
su forma al otro labio
que los viene a besar.
Nos creemos que allí
se aprieta el mundo,
que se cierran
el final y el principio:
engañan sin querer.
Pero la frente es dura;
por detrás de la carne
está, rígida, eterna,
la respuesta inflexible,
monosílaba, el hueso.
Se maduran los mundos
tras de su fortaleza.
Nada se puede ver
ni tocar. Sonrosada
o morena, la piel
disfraza levemente
la defensa absoluta
del ser último. Besos
me entregas y dulzuras
esenciales del mundo,
en su fruto redondo,
aquí en los labios. Pero
cuando toco tu frente
con mi frente, te siento
la amada más distante,
la más última, esa
que ha de durar, secreta,
cuando pasen los labios,
sus besos. Salvación,
fría, dura en la tierra,
del gran contacto ardiente
que esta noche consume.
Pedro Salinas.
miércoles, 18 de octubre de 2017
Soy el que fui.
Mi cuerpo duerme y no duerme
prendido al calor del lecho.
Ya soy una multitud
bajo blancos paños.
Sueño que soy una nube.
Voy navegando los cielos.
Mi pie lejano levanta una montaña.
Mi seno es un abismo profundo.
Picores breves, pequeños,
señalan luces despiertas
en las turbias ondas.
Puedo ser yo pero soy el que fui.
Ante su Presencia tiemblo.
Manuel Altolaguirre.
lunes, 16 de octubre de 2017
Las manos.
Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz
herida a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.
Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.
Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.
Conducen herrerías, azadas y telares,
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas,
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares
fábricas, pueblos, minas.
Estas sonoras manos oscuras y lucientes
las reviste una piel de invencible corteza,
y son inagotables y generosas fuentes
de vida y de riqueza.
Como si con los astros el polvo peleara,
como si los planetas lucharan con gusanos,
la especie de las manos trabajadora y clara
lucha con otras manos.
Feroces y reunidas en un bando sangriento
avanzan al hundirse los cielos vespertinos
unas manos de hueso lívido y avariento,
paisaje de asesinos.
No han sonado: no cantan. Sus dedos vagan roncos,
mudamente aletean, se ciernen, se propagan.
Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos,
y blandas de ocio vagan.
Empuñan crucifijos y acaparan tesoros
que a nadie corresponden sino a quien los labora,
y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros
caudales de la aurora.
Orgullo de puñales, arma de bombardeos
con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña:
ejecutoras pálidas de los negros deseos
que la avaricia empuña.
¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden
al agua y la deshonran, enrojecen y estragan?
Nadie lavará manos que en el puñal se encienden
y en el amor se apagan.
Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas.
Miguel Hernández.
viernes, 13 de octubre de 2017
Sospecha de foca.
El mar murmura grandeza.
¿Un punto negro en el agua?
Adivino la cabeza
De una foca. No la fragua
Mi magín, que nunca empieza.
Ondulacion de oleaje
Sobre el dorso de une foca.
¿Encontré lo que yo traje?
A la realidad ya toca
Con su potencia el lenguaje.
Jorge Guillén.
miércoles, 11 de octubre de 2017
Amapolas.
Amapolas como... No.
Jamás ni "sangre" ni "fuego".
Rojos pétalos silvestres,
Indecibles. ¿No son únicos?
El nombre a la flor señala.
Esas amapolas, esas:
Amapolas, amapolas.
Jorge Guillén.
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