viernes, 17 de febrero de 2017

Tierra nativa.




A Paquita G. de la Bárcena

Es la luz misma, la que abrió mis ojos
Toda ligera y tibia como un sueño,
Sosegada en colores delicados
Sobre las formas puras de las cosas.

El encanto de aquella tierra llana,
Extendida como una mano abierta,
Adonde el limonero encima de la fuente
Suspendía su fruto entre el ramaje.

El muro viejo en cuya barda abría
A la tarde su flor azul la enredadera,
Y al cual la golondrina en el verano
Tornaba siempre hacia su antiguo nido.

El susurro del agua alimentando,
Con su música insomne en el silencio,
Los sueños que la vida aún no corrompe,
El futuro que espera como página blanca.

Todo vuelve otra vez vivo a la mente.
Irreparable ya con el andar del tiempo,
Y su recuerdo ahora me traspasa
El pecho tal puñal fino y seguro.

Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?


Luis Cernuda.

jueves, 16 de febrero de 2017

Momentos felices.




Cuando llueve y reviso mis papeles, y acabo
tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así atizo las llamas, y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta?

Cuando salgo a la calle silbando alegremente
-el pitillo en los labios, el alma disponible-
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican la alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que se siente?

Cuando llega un amigo, la casa está vacía,
pero mi amada saca jamón, anchoas, queso,
aceitunas, percebes, dos botellas de blanco,
y yo asisto al milagro -sé que todo es fiado-,
y no quiero pensar si podremos pagarlo;
y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos,
y lo somos quizá burlando así la muerte,
¿no es la felicidad lo que trasciende?

Cuando me he despertado, permanezco tendido
con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente:
y debo levantarme pero no me levanto;
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar,
y sigo allí tendido, y nada importa nada,
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es la felicidad lo que amanece?

Cuando voy al mercado, miro los abridores
y, apretando los dientes, las redondas cerezas,
los higos rezumantes, las ciruelas caídas
del árbol de la vida, con pecado sin duda
pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio,
regateo, consigo por fin una rebaja,
mas terminado el juego, pago el doble y es poco,
y abre la vendedora sus ojos asombrados,
¿no es la felicidad lo que allí brota?

Cuando puedo decir: el día ha terminado.
Y con el día digo su trajín, su comercio,
la busca del dinero, la lucha de los muertos.
Y cuando así cansado, manchado, llego a casa,
me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos,
y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi,
y la música reina, vuelvo a sentirme limpio,
sencillamente limpio y pese a todo, indemne,
¿no es la felicidad lo que me envuelve?

Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,
me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice:
«Estaba justamente pensando en ir a verte».
Y hablamos largamente, no de mis sinsabores,
pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme,
sino de cómo van las cosas en Jordania,
de un libro de Neruda, de su sastre, del viento,
y al marcharme me siento consolado y tranquilo,
¿no es la felicidad lo que me vence?

Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?


Gabriel Celaya.

miércoles, 15 de febrero de 2017

martes, 14 de febrero de 2017

La voz a ti debida. (Versos 1449 a 1470)



Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ése que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.

Y que a mi amor entonces, le conteste
la nueva criatura que tú eras.


Pedro Salinas.

lunes, 13 de febrero de 2017

Tu tierra.



Yace tu tierra más allá del agua.
Nunca tus ojos volverán a verla.

Ésa tu tierra -te dirán- es de polvo,
como todas las patrias del mundo.
Pero, no. Tu tierra es la fórmula
archicompleta de tu ser. Eres tú.
Eres tú quien quedó más allá de las aguas.
Nunca más te verás.
y no viéndote, no sabrás decir.
Y quien no dice es como llama muerta.

¿Por qué no vuelves a tu tierra, a ti?
Remozarías tu edad, tu luna.
O morirías dentro de ti mismo,
en tu tierra, en tu yo, no sobre alguien
ajeno a tu paisaje y tu conciencia.
Lo grave de morir en tierra extraña
es que mueres en otro, no en ti mismo.
Te morirás prestado.
y nadie entenderá tu voz postrera
por más que cielo, muerte, amor y vida
se digan cielo, muerte, amor y vida
en la tierra en que mueres.
Tu madrina de guerra no es tu madre
y, si morir es retornar al seno,
vuelves al que no es tuyo.

¿Por qué no vuelves a tu tierra, a ti?
Te dirán que tu tierra ya no es tuya;
que te aventó por malo; que reniega de ti.
Pero si tú eres ella y ella tú,
reniego y aventón son cosas nulas,
palabras muertas en el aire loco.

Palabras muertas en el aire loco...
Por palabras así mueren los hombres;
y el cielo cruzan hoy sólo aires locos. :
Por palabras así, truenan las bombas,
y en esos aires van los aviones.
Por palabras así, la humanidad
vive dispersa, errante y maldecida.
Y, donde posa, está a merced del aire;
que es aire loco lleno de palabras.

Yo sé que es la palabra y es el aire
los que te alejan de tu yo, tu tierra.
Y, como la palabra es centenaria,
tú morirás primero.
Tan largo es adentrar una palabra
en el cerebro humano
como sacarla de él.
Tan costoso es crear un aire nuevo
como anular el viejo.
No. Ya no te rescatas.
Tu tierra yace más allá del agua.



José Moreno Villa.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...