viernes, 14 de noviembre de 2014

Hay almas que tienen...






8 de Febrero de 1920
Hay almas que tienen
azules luceros,
mañanas marchitas
entre hojas del tiempo,
y castos rincones
que guardan un viejo
rumor de nostalgias y sueños.
Otras almas tienen
dolientes espectros de pasiones. 
Frutas con gusanos. 
Ecos de una voz quemada
que viene de lejos
como una corriente de sombra. 
Recuerdos vacíos de llanto
y migajas de besos.
Mi alma está madura
hace mucho tiempo,
y se desmorona turbia de misterio.
Piedras juveniles
roídas de ensueño
caen sobre las aguas
de mis pensamientos.
Cada piedra dice:
"¡Dios está muy lejos!"


Federico Gárcia Lorca.

jueves, 13 de noviembre de 2014

No intentemos el Amor nunca.





Aquella noche el mar no tuvo sueño.
Cansado de contar, siempre contar a tantas olas,
quiso vivir hacia lo lejos,
donde supiera alguien de su color amargo.

Con una voz insomne decía cosas vagas,
barcos entrelazados dulcemente 
en un fondo de noche,
o cuerpos siempre pálidos, con su traje de olvido 
viajando hacia nada. 

Cantaba tempestades, estruendos desbocados
bajo cielos con sombra, 
como la sombra misma, 
como la sombra siempre 
rencorosa de pájaros estrellas. 

Su voz atravesando luces, lluvia, frío, 
alcanzaba ciudades elevadas a nubes,
cielo Sereno, Colorado, Glaciar del infierno, 
todas puras de nieve o de astros caídos 
en sus manos de tierra.

Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.
Allí su amor tan sólo era un pretexto vago
con sonrisa de antaño,
ignorado de todos.

Y con sueño de nuevo se volvió lentamente
adonde nadie
sabe de nadie.
Adonde acaba el mundo.



Luis Cernuda.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Un papel desvelado en su blancura.






Un papel desvelado en su blancura. 
La hoja blanca de un álamo intachable. 
El revés de un jazmín insobornable. 
Una azucena virgen de escritura. 

El albo viso de una córnea pura. 
La piel del agua impúber e impecable. 
El dorso de una estrella invulnerable 
Sobre lo opuesto a una paloma oscura. 

Lo blanco a lo más blanco desafía. 
Se asesinan de cal los carmesíes 
Y el pelo rubio de la luz es cano. 

Nada se atreve a desdecir el día. 
Mas todo se me mancha de alhelíes 
Por la movida nieve de una mano.



Rafael Alberti.

martes, 11 de noviembre de 2014

Bajo lluvia de fuego.




Jamás cesó ni ha de cesar la lluvia
que es fuego material para martirio
del alma y de la carne rediviva.
Los pies del condenado nunca cesan
de avanzar por su circulo arenoso
con movimiento que ha de ser eterno,
eterno en sucesiones temporales
de persistencia siempre tan monótona
como si fuese un tedio aún terrestre.
Los condenados, mientras, descomponen
su eternidad en ademanes, gritos.
Tal pormenor alivia el inflexible
retorno: seca noria que no mueve
ya nada, nada, nada, nada, nada.
¿Lograrán conocerse aquellos hombres,
diferenciarse con fisonomías?
¿Sabrán que aquel antiguo, tan ilustre, es Brunetto Latini?
Cae la lluvia, quema, se queman cuerpos y memorias,
que resisten, persisten.

Un reciente fogueado
-reciente en aquel tiempo
sin fechas, sin mudanzas, sin historia-
trae su novedad al territorio
del ardor. Le pregunta el compañero
que con él va avanzando. 
Sin pararse responde, se descarga. 
-Me es difícil hablar así. 
Me figuré en la Tierra que la vida 
era sólo mero objeto de mi desdén, 
muy superior al mundo.
Yo me creía preferible a todo,
a todos, menos... 
Tú ya me comprendes.
Somos iguales en instinto y gusto
los acampados, ay, sobre esta arena.
¿Dónde están Coridón, Alexis, tantos
perfiles juveniles de hermosura?
Pequé. Pecamos. Yo no me arrepiento.
(Y la lluvia arreciaba, sofocaba,
y dolían quemándose los brazos,
el rostro. Continuó.) Tal vez ahora
principio a ver con claridad mis límites,
y no de mi conducta, placentera,
sí de mis opiniones, falsas.

-¿Falsas?
(El otro interrumpió, casi irritado.)
-¿Qué supimos nosotros de la vida,
de su impulso esencial, de su profunda
fluencia ? Ignoramos el gran acto
creador, que a sí mismo se trasciende.
Nada supimos de la criatura:
como la realidad más invasora
se impone a los viriles más viriles.
Creímos que esos vínculos de sangre
no eran sino ridículas y débiles
flaquezas de burgués. También el toro,
no has olvidado su esplendor, se afirma:
móvil paterno. -¿Todos (dijo el otro)
habíamos de ser fecundos? Para
ciertos hombres es senda inconcebible.
-No entendimos el río bajo el sol,
y quedamos al margen, en la sombra
más exquisita, como estetas -dicen-
adictos a la imagen más que al bulto
real, por eso descalificado.
-¿Fuiste sin duda artista?

-Melancólico,
perdido en los paseos laterales
de mi jardín, y siempre disconforme
con orgullo que ahora se revela,
a esta distancia, vano. Siempre somos,
y con todo candor, adolescentes,
Onán multiplicado por Narciso.
!Si se pudiese ahondar esa tercera
dimensión del espejo: yo más yo!
El otro, juvenil, es uno mismo.
-¿Y te quejas? -De nada me arrepiento.
El placer y el dolor nos conducían
a la muerte. 
-Nos deleitó ese curso de efusiones : una cruel delicia
con alusión a sangre derramada.
-San Sebastián, el bello adolescente
bajo flechas. -Por eso (dijo el otro)
se goza aquí también entre las llamas.
Los compañeros sufren: espectáculo
para auditorio cómplice en tortura.
-No miro a los demás. Es una pena
que no concluye nunca. No la entiendo.
-Ni tú ni nadie. 
Nuestra eternidad de aflicción es congoja de la mente,
ay, quizá la mayor sobre esta arena.

Y callaron los dos. Los condenados
seguían presurosos y sin fines
bajo flechas : las flechas de una lluvia
que jamás cesaría. ¿Fuego absurdo?
Iban los pecadores avanzando
con desesperación ante el enigma.
-¿Y para qué, para qué, para qué?



Jorge Guillén.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...