jueves, 13 de septiembre de 2018

Ánimo.


En régimen continuo de entereza,
imposibles los cálculos o embrollos,
no sabías contarte el dulce cuento
que a tu propia figura complaciese,
ni apenas atendías a tu ser,
toda entregada a los que amaste mucho,
bajo un mirar muy claro.
Sonreías hasta en la voz.
Trascurre alguna hora.
Sin insistir sugieres desde un margen
que es tuyo: perfilada, la ironía
se insinúa pasando con un vuelo piadoso.
Lees, lees.
Al piano retornas y, sutil, leyendo aún descifras.
No, no habrá.


Jorge Guillén.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...