martes, 20 de noviembre de 2018

Razón de amor Versos (343 a 416)


¡Sensación de retorno!
Pero ¿de dónde, dónde?
Allí estuvimos, sí, juntos.
Para encontrarnos este día tan claro
las presencias de siempre no bastaban.
Los besos se quedaban a medio vivir de sus destinos:
no sabían volar de su ser en las bocas
hacia su pleno más.
Mi mirada, mirándote, sentía paraísos
guardados más allá, virginales jardines de ti,
donde con esta luz de que disponíamos
no se podía entrar.
Por eso nos marchamos.
Se deshizo el abrazo, se apartaron Ios ojos,
dejaron de mirarse para buscar el mundo
donde nos encontráramos.
Y ha sido allí, sí, allí.
Nos hemos encontrado allí.
¿Cómo, el encuentro?


¿Fue como beso o llanto?
¿Nos hallamos  con las manos,
buscándonos  a tientas, con los gritos,
clamando; con las bocas que el vacío besaban?
¿Fue un choque de materia  y materia,
combate  de pecho contra pecho,
que a fuerza de contactos se convirtió en victoria
gozosa de los dos, en prodigioso pacto
de tu ser con mi ser enteros?
¿O tan sencillo fue, tan sin esfuerzo,
como una luz que se encuentra
con otra luz, y queda iluminado el mundo,
sin que nada se toque?
Ninguno lo sabemos.
Ni el dónde. Aquí, en las manos,
como las cicatrices, allí, dentro del alma,
como un alma del alma, pervive el prodigioso
saber que nos hallamos, y que su dónde está
para siempre cerrado.
Ha sido tan hermoso que no sufre memoria,
como sufren las fechas, los nombres o las líneas.
Nada en ese milagro podría ser recuerdo:
porque el recuerdo es la pena de sí mismo,
el dolor del tamaño, del tiempo,
y todo fue eternidad: relámpago.
Si quieres recordarlo no sirve el recordar.
Sólo vale vivir de cara hacia ese dónde,
queriéndolo, buscándolo.

Pedro Salinas.

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