lunes, 1 de octubre de 2018
¿Te acuerdas?.
Como mi sombra contra el muro
cuando me acerco a la luz baja,
mi alma se agrandó
cuando luché contigo,
luz pequeña, lumbre chica, enemiga.
Me debatí en el viento
sobre una gran ciudad de dominados,
golpeando el vacío como un loco,
abarcando otros aires,
dueño solo y rebelde
de un ámbito vencido.
Yo soy éste que veo
brotar de mí, sobrepasarme,
el que fuera de sí ya no se encuentra,
el que agrandó sus brazos por buscarse.
Una sombra, no un sol, conquistadora,
que una elevada soledad hundida
y una anchurosa majestad despliega.
Bajo mi pie, contigo, está mi cuerpo.
Un gigante de espíritu lo aplasta,
un amor grande, triunfador, me eleva.
No es la muerte, es la vida;
la sombra dueña, no la luz esclava;
la posesión secreta, no la entrega
limitada, visible, delatora.
No son amantes en lascivo juego,
sino mi casta soledad erguida.
Labios de humo sin besar, ardientes;
miradas interiores, lejanísimas.
Los ríos y las aves, las palmeras,
todo puede surcarlo el alma mía.
Hasta el cariño que te tengo vuela.
Castillos en el aire, fantasías,
un vendaval, el mar, los trigos,
tu desnudo tendido en las arenas.
Azul y rojo, blanco, verde, frío,
jazmines, roces, músicas, ¿te acuerdas?
Manuel Altolaguirre.
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