martes, 16 de enero de 2018

La voz a ti debida. (Versos 1728 a 1764)



Tú no puedes quererme:
estás alta, ¡qué arriba!
Y para consolarme me envías sombras,
copias, retratos, simulacros,
todos tan parecidos como si fueses tú.
Entre figuraciones vivo, de ti, sin ti.
Me quieren, me acompañan.
Nos vamos por los claustros del agua,
por los hielos flotantes, por la pampa,
o a cines minúsculos y hondos.
Siempre hablando de ti.
Me dicen: «No somos ella,
pero ¡si tú vieras qué iguales!»
Tus espectros, qué brazos largos,
qué labios duros tienen: sí, como tú.
Por fingir que me quieres,
me abrazan y me besan.
Sus voces tiernas dicen que tú abrazas,
que tú besas así.
Yo vivo de sombras, entre sombras
de carne tibia, bella,
con tus ojos, tu cuerpo, tus besos,
sí, con todo lo tuyo menos tú.
Con criaturas falsas, divinas,
interpuestas para que ese gran beso
que no podemos darnos
me lo den, se lo dé.


Pedro Salinas.

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