viernes, 24 de junio de 2016
El niño ofrece sus ojos a los tallos del viento.
Deshechos como lechos profundos
de gestos pero descarnados dejando caer
nuestras paredes a lo largo de nuestro cuerpo
en este otoño que no osa llenar la distancia entre tus manos en este otoño desfigurado
por el color de mis desvelos
Paseando las sombrillas
de un viento de carne mis cicatrices
han olvidado sus llaves en los furtivos reflejos de las aguas
pero la canastilla que flota allí llena de pestañeos efímeros
me indemniza de tantas y tantas puertas cerradas detrás de ti
Comparte tú mi angustia y mis banderas llovedoras
vela por el canario que persigue su flauta entre mis huesos
que come y bebe las tardes en los huecos de una lengua ausente
exponiéndose a ser sorprendido demasiado lejos de mi sueño.
Juan Larrea.
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