martes, 12 de mayo de 2015

El último amor II.





Las palabras del abandono. 
Las de la amargura.
Yo mismo, sí, yo y no otro.
Yo las oí. 
Sonaban como las demás. 
Daban el mismo sonido.
Las decían los mismos labios, 
que hacían el mismo movimiento.
Pero no se las podía oír igual. 
Porque significan: las palabras significan. 
Ay, si las palabras fuesen sólo un suave sonido,
y cerrando los ojos se las pudiese escuchar en el sueño...
Yo las oí. 
Y su sonido final fue como el de una llave que se cierra.
Como un portazo.
Las oí, y quedé mudo.
Y oí los pasos que se alejaron.
Volví, y me senté.
Silenciosamente cerré la puerta yo mismo.
Sin ruido. 
Y me senté. 
Sin sollozo.
Sereno, mientras la noche empezaba.
La noche larga. Y apoyé mi cabeza en mi mano.
Y dije...
Pero no dije nada. 
Moví mis labios. 
Suavemente, suavísimamente.
Y dibujé todavía el último gesto, 
ese que yo ya nunca repetiría.


Vicente Aleixandre.

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