Porque te siento lejos y tu ausencia
Habita mis desiertas soledades
Qué profunda esta tarde derramada
Sobre los verdes caminos inmortales.
Ya el invierno dejó su piel antigua
En las ramas recientes de los árboles
Y avanza a saltos cortos por el prado
La primavera de delgado talle.
Por el silencio de pendiente lenta
Rueda la brisa en tácito oleaje
Y apunta la violenta su murmullo
Al pie del roble y de la encina grave.
En las aguas inmóviles del lago
Ansían nubes y luces vesperales
y tiende el bosque sus
flexibles redes
Al suelo prodigioso de tu imagen.
El sol azul con cuidadosas manos rayos
y brumas teje en
noble arte,
Hasta dejar de tu color, amada,
La piel inmaculada de la tarde.
Te miro recostada sobre el césped
Agua verde y verdor claro tu carne
Tu rumoroso pelo embravecido
Y el bosque de tu risa palpitante.
Alrededor de tus tobillos breves
Ciñe la luz minúsculos collares
Y abrazan a tus brazos poderosos
Los tallos y las ramas verdeantes.
Pulsan las frías cuerdas del silencia
Tus voces y los pájaros locuaces;
El cielo en plenitud abre sus venas
De calurosa y colorada sangre
Y alza mi corazón su pesadumbre
Como un nido de sombras, un gigante.