miércoles, 26 de junio de 2019

Alba.


Los montes, limpios del azul dormido, amanecen.
El viento rayan, frescos,
con su cristal aguado y quedan altos,
su corte renovado, filo al cielo.

Livideces inquietas en el aire
se arredran de la luz.
Pierden su cuerpo en la huída.
Jirones naturales señas de fugas dan y desaliento.

Entra la luz a pausas.
Se dilata el cauce en ondas poderosas, tenso,
ancho, pleno, invasor.
Derrota diáfana de las sombras: tumulto equino ciego.

¡Qué llanuras!
Galopes de lo oscuro, desbridados.
Seguro paso lento, con mando, de la aurora, joven, terca,
pastora de la luz-pero sin cuerpo-.

¡Vellones primerizos! Blancos, rosas,
pastan las sombras frescas, y dan, bellos,
copia de bultos claros por las lomas.
Silencio es el cristal tranquilo, quieto.

Esquilas de la luz titilan límpidas,
iniciales, hiriendo el brillo terso.
Azules ecos dan las sumas breves, instantáneas.
Espejan los reflejos.

Los verdes de la tierra calma y planta
son a bullicios de los copos nuevos,
en tropel, baladores, por oriente,
lana de luz, vellòn de sol y cielo.

Aurora vigilante entre matices
sucesivos, no pierdes el secreto
orden que rige tu virtud creciente,
implacable y sutil guardián de céfiros.

Normas despliegas en el fausto trance
-¡cuidado!-y lo apacientas con perfecto
amor, si bella, si armoniosa, firme,
plantada sobre el haz, luciente el gesto.

Crepúsculos acaban.
Vive el día.
Los llanos cenizosos, dulces, tiernos
a blancos dientes luminosos tallos
ofrécenles, crujientes los destellos.

¡Consumidas las sombras!
Ya las luces reposan en lo sumo del otero.
El fresco corre contenidamente
y reflejos y azul buscan el sueño.

Vicente Aleixandre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...