Allá en los montes otros,
cuerpo perdido, mares retirados;
allá en los montes otros,
donde ni una pena pequeña o engendrada
se lamenta como un hilo blanco,
como la brisa o barco derivando.
Allá por las serenas
luces de más allá, más todavía,
por donde los navios como rostros
dulcemente contraídos no llevan su pasaje,
pero resbalan mudos
hasta dar en lo opaco como lienzos.
Todos dormidos,
mares, túneles, vientres y cadenas,
todos respirando despacio
una tinta emitida por una boca triste,
todos echando luz o pena como lana,
todos aquí besando el cristal mágico.
Como leche extendida,
como zozobra que se aplaca,
como empañado espejo que no es ojo
porque como está gris el humo es suyo,
todos piedras redondas como cielo
descansan su destino tibiamente.
Adiós. Ruedan las dichas,
ruedan penas de hierba sosegada,
ese rumor blandura o esperanza,
crepitan ya los ayes amarillos
que bajo el pie son aguas como espejos.
Inauguran festejos las espinas
que en silencio desfilan sin herirse,
estallan los contactos al pasaje
bajo nubes rizadas como adioses.
Adiós.
Bajo las sombras,
por entre las ruinas y los pechos,
tropezando en esquinas o en latidos,
sombra, luna, pavor velando pasan,
mundo
(adiós)
trasladado
(amor)
remoto.
Vicente Aleixandre.
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