viernes, 8 de junio de 2018

El visitante.



Aquí también entré, en esta casa.
Aquí vi a la madre cómo cosía.
Una niña, casi una mujer
(alguien diría: qué alta, qué guapa se está poniendo),
alzó sus grandes ojos oscuros, que no me miraban.
Otro chiquillo, una menuda sombra,
apenas un grito, un ruidillo por el suelo,
tocó mis piernas suavemente, sin verme.
Fuera, a la entrada, un hombre golpeaba,
confiado, en un hierro.

Y entré, y no me vieron.
Entré por una puerta, para salir por otra.

Un viento pareció mover aquellos vestidos.

Y la hija alzó su cara, sus grandes ojos vagos y llevó a su frente sus dedos.

Un suspiro profundo y silencioso exhaló el pecho de la madre.

El niño se sentió cansado y dulcemente cerró los ojos.

El padre detuvo su maza y dejó su mirada en la raya azul del crepúsculo.


Vicente Aleixandre.

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