jueves, 25 de mayo de 2017

El Vivero.



Árboles sin infancia que ignoraron
la secreta niñez de la semilla,
como Eva, que nació de una costilla,
a ellos de troncos mil los arrancaron.

Para darles el ser nunca se amaron
las flores, ni entregaron a la arcilla
la semilla fecunda, fue una astilla
lo que en la tierra sin piedad clavaron.

Ya están crecidos pero, si una herida
y no el amor tuvieron como cuna,
¿qué nos puede extrañar que sea el vivero

tan triste, si sus plantas sin fortuna
al hacha deben el gozar de vida,
segunda vida sin nacer primero?


Manuel Altolaguirre.

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