martes, 9 de diciembre de 2014

El indiferente.





Batientes en sus goznes,
de tierra aún, los sueños,
en tanto desamparo,
los ojos dan, abiertos, 

a esquilas amorosas,
resabios de ganado,
que aun tiemblan si es que gime
al cobijo del álamo. 

Del álamo implacable,
pastor sutil del viento,
a esquilas de estos sotos
-¡belleza suya!- ciego.


Dámaso Alonso.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...