lunes, 20 de octubre de 2014

Cúbreme, amor, el cielo de la boca.





Cúbreme, amor, el cielo de la boca 
con esa arrebatada espuma extrema, 
que es jazmín del que sabe y del que quema, 
brotado en punta de coral de roca. 

Alóquemelo, amor, su sal, 
aloca tu lancinante aguda flor suprema, 
doblando su furor en la diadema 
del mordiente clavel que la desboca. 

¡Oh ceñido fluir, amor, 
oh bello borbotar temperado de la nieve 
por tan estrecha gruta en carne viva, 
para mirar cómo tu fino cuello se te resbala, 
amor, y se te llueve de jazmines 
y estrellas de saliva!



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