jueves, 24 de julio de 2014

Ah, yo quiero vivir.





Ah, yo quiero vivir 
dentro del orden general 
de tu mundo. 
Necesito vivir entre los hombres. 
Veo un árbol: sus brazos ya en angustia 
o ya en delicia lánguida 
proclaman su verdad: 
su alma de árbol se expresa, 
irreductiblemente única. 
Pero el hombre que pasa junto a mí 
el hombre moderno 
con sus radios, con sus quinielas, con sus películas sonoras 
con sus automóviles de suntuosa hojalata
o con sus tristes vitaminas, 
mudo tras su etiqueta que dice «comunismo» o «democracia» dice, 
con apagados ojos y un alma de ceniza 
¿que es?, ¿quién es?

¿Es una mancha gris, un monstruo gris?

Monstruo gris, gris profundo, 
profundamente oculta sus amores, sus odios, 
gris en su casa, 
gris en su juego, 
en su trabajo, gris, 
hombre gris, de gris alma. 
Yo quiero, necesito, 
mirarle allá a la hondura de los ojos, conocerle, 
arrancarle su careta de cemento, 
buscarle por detrás de sus tristes rutinas. 
Por debajo de sus fórmulas de lorito real 
(¡Pase usted! ¡Tanto gusto!), 
aventarle sus tumbas de ceniza
huracanarle su cloroformo diario.

Un día llegará en que lo gris se rompa, 
y tus bandos resuenen arcangélicos, 
oh gran Dios.

Dime, Dios mío, que tu amor refulge 
detrás de la ceniza. 
Dame ojos que penetren tras lo gris 
la verdad de las almas, 
la hermosa desnudez de tu imagen: 
el hombre.



Dámaso Alonso.

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