miércoles, 30 de octubre de 2013

La sangre al río.




Llegó la sangre al río. 
Todos los ríos eran una sangre, 
Y por las carreteras 
De soleado polvo 
- O de luna olivácea -
Corría en río sangre ya fangosa 
Y en las alcantarillas invisibles 
El sangriento caudal era humillado 
Por las heces de todos.

Entre las sangres todos siempre juntos, 
Juntos formaban una red de miedo. 
También demacra el miedo al que asesina, 
Y el aterrado rostro palidece, 
Frente a la cal de la pared postrera, 
Como el semblante de quien es tan puro 
Que mata.

Encrespándose en viento el crimen sopla. 
Lo sienten las espigas de los trigos, 
Lo barruntan los pájaros, 
No deja respirar al transeúnte 
Ni al todavía oculto, 
No hay pecho que no ahogue: 
Blanco posible de posible bala.

Innúmeros, los muertos, 
Crujen triunfantes odios 
De los aún, aún supervivientes. 
A través de las llamas 
Se ven fulgir quimeras, 
Y hacia un mortal vacío 
Clamando van dolores tras dolores. 
Convencidos, solemnes si son jueces 
Según terror con cara de justicia, 
En baraúnda de misión y crimen 
Se arrojan muchos a la gran hoguera 
Que aviva con tal saña el mismo viento, 
Y arde por fin el viento bajo un humo 
Sin sentido quizá para las nubes. 

¿Sin sentido? Jamás.
No es absurdo jamás horror tan grave. 
Por entre los vaivenes de sucesos 
- Abnegados, sublimes, tenebrosos, feroces - 
La crisis vocifera su palabra 
De mentira o verdad, 
Y su ruta va abriéndose la Historia, 
Allí mayor, hacia el futuro ignoto, 
Que aguardan la esperanza, la conciencia 
De tantas, tantas vidas.





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