lunes, 16 de septiembre de 2019

Tu desnudo.


El cielo de tu tacto
amarillo cubría
el oculto jardín
de pasión y de música.

La caricia del alma
-brisa en temblor- movía
todo lo que tú eras.

¡Qué crepúsculo bello
de rubor y cansancio
era tu piel!
Estabas como un astro sin brillo,
recibiendo del sol
la luz de tu contorno.

Sólo bajo tus pies era de noche.

Manuel Altolaguirre.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...