Las llamas buscan noche,
la noche atesorada
más allá, la muy noble.
¡Con qué avidez indagan
avanzando por ámbitos desolados!
¿No hay nada?
Tanto se obstinan,
tanto que asciende a sus desiertos
oro maravillado.
¿No basta el oro?
¡Viento: aparece, socorre
con tu forma al deseo!
...Y creándose,
torpes manos palpan un cuerpo:
Toro aún y ya noche.
Jorge Guillén.