jueves, 17 de mayo de 2018

Insomnio.



¿Quien persigue en mi cuerpo como a golpes de azada
esta sien imprecisa que va acabando el mundo?
¿Que deserción la enciende, sin luz, sobre la angustia,
ánima de la fiebre que en su vena atirante?

Me duele el pensamiento, desnudo y agitado
dándome gota a gota por la noche, inconsciente.
Gota a gota, su herida va fluyendo constante,
sobre un papel de arena, carne de inútil tierra.

¿Que pecado la muerte hunde en la piel del día?...
¿Que pesada cadena le rueda entre la sombra?...
No sé dónde mi sueño quema su nueva raza;
dónde derrama el pueblo, sin razón, de sus limites.

Se me quedó en el borde del descanso
como junto a un abismo, los cabellos colgantes,
frente a frente a la nada perezosa del tiempo.

No sé donde la luna medrosa se levanta;
no sé qué nueva imagen me alumbra en su desierto;
qué pecado persigue mis ojos sin herencia,
que desierto infecunda la razón de mi sangre...

Perdido estoy en cuévano infinito,
sin tacto y sin espera que mi dolor razone.
No sé - ¿lo dije?- el sueño, no es tierra de mi raza.
No sé dónde el olvido devana el nacimiento
futuro de mi vida...

(La noche, en su pantano,
sordamente se aprieta por buscar mi cintura...
Lentamente, la estrella va negando su carne
y, lento, el Universo deja paso a la Nada...)

Ante la horrible, inmensa negación del futuro,
más angustiosamente se incendia mi deseo.
Mi amor se descompone y pregunta al vacío:
-¿Para quién esta imagen que hoy mi sangre se finge?

(Huye mi nacimiento...
¿Muere conmigo el mundo?...)

La ausente compañía me pulsa entre la horas.


Emilio Prados.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...