martes, 14 de noviembre de 2017
Variación VI. Todo se aclara.
En el confín te nace de tus aires
un pensamiento vago.
Nube parece, por lo vaporoso;
más nube, por lo cándido.
No se entiende; le guardan las distancias
en misterio velado.
La mañana, que asciende hacia su colmo
-esplendor- paso a paso,
en contornos se goza y en perfiles,
rechaza lo enigmático.
Ordena que lo expliquen, sucesivos
intérpretes, espacios.
Se alzan arrebatadas, velocísimas
olas a descifrarlo.
El mucho afán les ciega; quejumbroso
retumba su fracaso.
¿Qué claridades se hallan por la prisa?
La breve del relámpago.
Tarda noches la noche en ser auroras,
la luz se hace despacio.
Ya frentes más serenas -ondas-, onda
a onda, le van pensando.
Suave curva lo entrega a suave curva,
camino de lo diáfano.
Dulcemente lo llevan a la playa
donde esperan los anchos
pliegos dorados su mejor destino:
que llegue el texto mágico.
¡Triunfo, revelación! La última ola
prorrumpe en signos blancos.
A este fulgor de playa en mediodía
no resisten arcanos.
Y en impolutas láminas, la espuma
sin prisa, rasgo a rasgo,
el pensamiento aquel nacido oscuro,
lo pone todo en claro.
La luz traduce incógnitas lejanas
a gozos inmediatos.
Pedro Salinas.
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