miércoles, 23 de marzo de 2016

Hado español de la belleza.




Te veo mientras pasas
sellado de granates primitivos,
por el turquí completo de Moguer.

Te veo sonreír; acariciar, limpiar,
equilibrar los astros desviados
con embeleso cálido de amor;
impulsarlos con firme suavidad
a sostener la maravilla exacta
de este cuartel del incesante mundo.

-No sé si eres el único
o la réplica mágica del único;
pero, uno entre dioses descielados tú,
solo entre carnes de ascensión,
sin leyes que te afeen la mirada
yo voy a ti porque te veo
trabajando belleza desasida,
en tus días sin trono,
en tus noches en pie-.

Te veo infatigable variando
con maestría inmensamente hermosa
decoraciones infinitas
en el desierto oeste de la mar;
te veo abrir, mudar tesoros,
sin mirar que haya ojo que te mire,
¡rey del gozo en la obra sola y alta,
hado inventor, ente continuador
de lo áureo y lo insólito!


Juan Ramón Jiménez.

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