viernes, 4 de diciembre de 2015

El desenlace.






Por una tarde de mi ayer, dorada,
de luz caliente y de tostada arena,
me voy. Y vuelvo a ser hombre sin pena,
y no vida a remolque y abrumada.

Esta tarde es el fin de mi jornada
-harto lo sé-, y el aire se me llena de luz.
Llevo mi muerte con serena unción
sobre la carne sosegada.

Libre del todo estoy, porque ya nada
al mundo de los hombres me encadena.
Y lo único que tengo, la mirada lúcida,
de mis ojos se enajena.

Por una tarde fiel, resucitada para mí muerte,
en fin, me voy sin pena...



Juan José Domenchina.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...