miércoles, 18 de noviembre de 2015

Allí.






ALLÍ los campos yermos y el sol:
la paramera radiante que imponía su enjuta servidumbre.
Acá, los amarillos hirsutos de la era;
el pan hecho de angustia, sudor, polvo y costumbre.
Y, al fondo, calcinado lugar, la chamicera,
tizón de los voraces rigores de la lumbre.
¿Qué ráfaga de inquinas alzó la tolvanera
que aún desdibuja el limpio diseño de la cumbre?
Allí fue, sin nostálgica pasión, la vida entera:
viril orgullo, recto sentido, reciedumbre,
¡temple! Toda la vida de un ser que, aún ayer,
era cabal, impostergable, y hoy, roto en muchedumbre,
se acarra, cual rebaño, bajo la solanera.



Juan José Domenchina.

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