lunes, 27 de julio de 2015

Retornos del amor en una azotea.






Poblado estoy de muchas azoteas.
Sobre la mar se tienden las más blancas,
dispuestas a zarpar al sol, llevando
como velas las sábanas tendidas.
Otras dan a los campos, pero hay una
que solo da al amor, cara a los montes.
Y es la que siempre vuelve.

Allí el amor peinaba sus geranios,
conducía las rosas y jazmines
por las barandas y en la ardiente noche
se deshacía en una fresca lluvia.

Lejos, las cumbres,
soportando el peso de las grandes estrellas, lo velaban.
¿Cuándo el amor vivió más venturoso
ni cuándo entre las flores recién regadas
fuera con más alma en la sangre poseído?

Subía el silbo de los trenes.
Tiemblos de farolillos de verbena y músicas
de los quioscos y encendidos árboles remontaban
y súbitos diluvios de cometas veloces
que vertían en sus ojos fugaces resplandores.

Fue la más bella edad del corazón.
Retorna hoy tan distante en que la estoy soñando
sobre este viejo tronco, en un camino
que no me lleva ya a ninguna parte.










Rafael Alberti.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...