martes, 17 de febrero de 2015
Rosa mística.
Era ella.
Y nadie lo sabía.
Pero cuando pasaba
los árboles se arrodillaban.
Anidaba en sus ojos
el Ave María
y en su cabellera
se trenzaban las letanías,
Era ella.
Era ella.
Me desmayé en sus manos
como una hoja muerta
sus manos ojivales
que daban de comer a las estrellas.
Por el aire volaban
romanzas sin sonido.
Y en su almohada de pasos
me quedé dormido.
Mujer de ausencia
escultura de música en el tiempo.
Cuando modelo el busto
faltan los pies y el rostro se deshizo.
Ni el retrato me fija con su química
el momento justo.
Es un silencio muerto
en la infinita melodía.
Mujer de ausencia, estatua
de sal que se disuelve, y la tortura
de forma sin materia.
Gerardo Diego.
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