miércoles, 3 de septiembre de 2014

A veces un no niega.






A veces un no niega
más de lo que quería, se hace múltiple.
Se dice "no, no iré"
y se destejen infinitas tramas
tejidas por los síes lentamente,
se niegan las promesas que no nos hizo nadie
sino nosotros mismos, al oído.
Cada minuto breve rehusado
se dilata sinfines, se hace siglos,
y un "no, esta noche no" puede negar la eternidad de noches,
la pura eternidad.
¡Qué difícil saber adónde hiere un no!
Inocentemente sale de labios puros un no puro;
sin mancha ni querencia de herir, va por el aire.
Pero el aire está lleno de esperanzas en vuelo las encuentra
y las traspasa por las alas tiernas su inmensa fuerza ciega, sin querer,
y las deja sin vida y va a clavarse
en ese techo azul que nos pintamos
y abre una grieta allí.
O allí rebota
y su herir acerado
vuelve camino atrás y le desgarra el pecho
al mismo pecho que lo dijo.
Un no da miedo. 
Hay que dejarlo siempre al borde de los labios y dudarlo.
O decirlo tan suavemente que le llegue
al que no lo esperaba con un sonar de "si",
aunque no dijo sí quien lo decía.



Pedro Salinas.

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