jueves, 26 de junio de 2014
Se levantan los muertos.
Acusación
Se levantan lo muertos; respetad a la sombra.
Si la Muerte se erige como fiel del combate,
que los paños solemnes del silencio lo cubran,
que suspendan las armas su voz en la tormenta.
Se levantan los muertos; respetad su pisada.
Los árboles sujetan al otoño en sus hojas;
las ciudades ocultan su dolor y ruinas;
se detienen las bestias al borde de sus pulsos.
Los muertos se levantan.
Escuchad a la Muerte, que es su voz la que rige;
su voz severa y dulce sobre el mundo se para.
Escuchad a la Muerte y a su pesado llanto.
Mirad la Tierra; gime la sangre de sus ríos.
Aun si vuestra mirada desconoce la vida;
si la nube no ocurre, ni el cielo en vuestras horas;
si en vuestra piel el barro aun no presiente el bosque,
ni el desierto os inflama desolado en sus tumbas:
Escuchad a la Muerte.
Temed su voz, potencia de acusaciones últimas;
su voz largo sudario de humedad y desprecio:
como el alto bramido de un viento amenazante
avanza hacia vosotros sobre vuestras trincheras.
No ocultad vuestros ojos, que ya ni el sueño habita.
Si aun la conciencia brilla la luz que no depone,
vuestras armas tendidas se doblarán, inútiles:
la verdad no es despojo que se olvide la Muerte.
Avanzan nuestros muertos.
Sus altísimas sombras forman ya multitudes;
como una muda selva de sombra y de gemido
lentos van, como el peso de las piedras que rinden
donde aún viven los cuerpos su abandono en la lluvia.
Inútil barricadas si la voluntad silba,
que una razón potente de entre el escombro emerge;
no hay sitio que se rinda si la Muerte ilumina,
coronando con héroes la acusación que cerca.
Temed a nuestro avance.
La multitud se aprieta detrás de la figura
que de frente hacia el Tiempo nuestro buque sustenta.
La multitud se agrupa; aún le cuelgan astillas
entre el pesado lodo del silencio en que hundieron.
Van junto a los mastines sin dueño de la guerra,
con los tristes harapos de los niños profundos,
los que al combate entraron desnudos todo el pecho,
y ahora los cruza el aire como a viejos castillos.
Aguardad nuestra entrada.
Quedaréis en la historia, por su papel tendidos,
como el labio infecundo de vuestra herida abierta;
no habrá alucinaciones que vuestra fiebre ilustren;
llegaréis a la nada sin voz por vuestro ejemplo.
Las fechas se presienten como inclina la fruta
la rama que halló el viento en flor bajo su carne.
Mirad; ya nuestra Muerte tan sólo tiene un ala:
una sola bandera dirige su cortejo.
Se levantan los muertos.
Detrás la vida sigue.
¡Preparad la batalla!
Madrid, diciembre de 1936.
Emilio Prados.
El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...
-
Era la vida. Su rumor llegaba desde la espuma hasta mi sed, un río que levantó su pecho para hablarme. Yo estaba en su ribera bajo el...
-
¡Noche; lago tranquilo, donde miente mi vida su eternidad, copiando su día fugitivo inmensamente; donde mi corazón está, entre las est...
-
Cuando pasa el viento se oculta el silencio. !Qué limpia la luna, cuando pasa el viento. -¿Por qué llora la alameda? ¿Por su sombra?...
-
Palabras que estás diciendo -“cariño... siempre...seguro... ” - con voz lenta en gesto quieto. Ventanas dobles, vidrieras cerradas, e...
-
Eres hermosa como la piedra, oh difunta; Oh viva, oh viva, eres dichosa como la nave. Esta orquesta que agita mis cuidados como una ne...
-
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas. Vendrán las iguan...
-
Esplendor mío, amor, inicial de mi vida, quiero decirte, toda tú belleza, aquí, en medio del mar, cuando voy en tu busca, cuando tan so...
-
No rechaces los sueños por ser sueños. Todos los sueños pueden ser realidad, si el sueño no se acaba. La realidad es un sueño. Si soñam...
-
No, no me basta, no. Ni ese azul en delirio celeste sobre mí, cúspide de lo azul. Ni esa reiteración cantante de la ola, espumas afi...
-
He venido a sembrar mis huesos otra vez y a abrir las acequias de mis venas. Estas son mis llaves: sacad el trigo por la puerta. El ...