viernes, 9 de mayo de 2014

En la serranía.




Era la noche cálida, de profunda emoción.
La campiña sonora, envuelta en luz de plata,
medía un descendiente de aquella horda pirata
que en tiempos legendarios viniera de Sidón.

En su jaca moruna va el cañí trapalón,
que la gente del campo miedosamente acata,
contemplando la tierra que a sus pies se dilata;
y como un rey se nutre de su satisfacción.

Pero en esto, los brazos de la yegua bravía
se empotran en el suelo; recula, se desvía
y como un rayo ataja la sementera bruna,
que sus grandes pupilas vieron cómo la luna
brillaba, con destellos de macilento sol,
en los perseguidores tricornios de charol.




José Moreno Villa.

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