miércoles, 15 de enero de 2014

Cerezas.



A Elizabeth.

Esa mujer que ahora mismito 
se parece a santa Teresa 
en el revés de un éxtasis  
hace dos o tres besos fue 
mar absorto en el colibrí 
que vuela por su ojo izquierdo 
cuando le dan de amar 
y un beso antes todavía  
pisaba el mundo corrigiendo la noche 
con un pretexto cualquiera, 
en realidad es una nube 
a caballo de una mujer , 
un corazón que avanza en elefante 
cuando tocan el himno nacional 
y ella rezonga como un bandoneón 
mojado hasta los huesos 
por la llovizna nacional 
esa mujer pide limosna en un crepúsculo de ollas 
que lava con furor, con sangre, con olvido  
encenderla es como poner en la vitrola un disco de gardel  
caen calles de fuego de su barrio irrompible 
y una mujer y un hombre que caminan atados 
al delantal de penas con que se pone a lavar  
igual que mi madre lavando pisos cada día 
para que el día tenga una perla en los pies  
es una perla de rocío  
mamá se levantaba con los ojos llenos de rocío  
le crecían cerezas en los ojos 
y cada noche los besaba el rocío  
en la mitad de la noche me despertaba el ruido de sus cerezas creciendo  
el olor de sus ojos me abrigaba en la pieza  
siempre le vi ramitas verdes en las manos con que fregaba el día  
limpiaba suciedades del mundo 
lavaba el piso del sur 
volviendo a esa mujer 
 en sus hojas más altas se posan 
los horizontes que miré mañana  
los pajaritos que volarán ayer 
yo mismo con su nombre en mis labios. 




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