jueves, 10 de octubre de 2013

A la desierta plaza.




A la desierta plaza 
conduce un laberinto de callejas. 
A un lado, el viejo paredón sombrío 
de una ruinosa iglesia; 
a otro lado, la tapia blanquecina 
de un huerto de cipreses y palmeras, 
y, frente a mí, la casa, 
y en la casa la reja 
ante el cristal que levemente empaña 
su figurilla plácida y risueña. 
Me apartaré. No quiero 
llamar a tu ventana... 
Primavera viene
 — su veste blanca 
flota en el aire de la plaza muerta —
viene a encender las rosas 
rojas de tus rosales... 
Quiero verla...








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