martes, 10 de septiembre de 2013

Cuadro de otra vida.


Anduvimos sin tregua la noche en plenilunio.
Nos ladraban los perros en los claros cortijos,
y en las charcas brillantes, el sapo taciturno
daba la soledad a intervalos precisos.

De vez en cuando, un arriero que cantaba;
una estrella silbando su luz por las esferas,
unos guardias civiles de frente charolada
o un tropel de caballos con una diligencia.

Las pencas del camino alargaron sus frutas.
La vid tendió su brazo lánguido en nuestra busca.
Y el fresal repartía su invitación de aroma.

Recuerdo aquella noche blanca de Andalucía,
como perteneciendo a una secreta vida,
sin soles y sin lucha, completamente sorda.





El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...