martes, 6 de agosto de 2013

El verano en su cenit o el verano soy yo.



Cuando se vive lejos de la vida
¿dónde se está viviendo?
Tal vez se esté caído en el arcano
de la misma existencia.
El campo en torno
monótono se extiende en la memoria
como una rueda gira velozmente
sin que su vivo centro se desplace
del corazón humano.
El orbe entero
irradia alrededor y sus aromas
parecen recordarnos cosas viejas
que no se sabe nunca al repetirse
si son de ayer, de hoy, de la mañana
o de su flujo eterno.
El hombre sabe
ya demasiadamente de la vida
para que como nube no ensombrezca
su propia estela.
El hombre se separa
de la dulce corteza que lo aflige
y hace como que duerme estremecido
dentro de su cubil:
su vida es todo;
su vida es todo y nada: vida suya,
y es lo bastante ya para sentirse
ese todo, esa nada, aquí viviendo
en medio de la rueda movediza
que hace girar el mundo:
el hombre calla.
Ya no son las palabras dulcemente
lo que quiere decir y sus suspiros,
ni el rumor de esta brisa matutina
que le recuerda tanto al otro tiempo
de su felicidad y sus congojas;
ya no es él quien dirige, ya no quiere
ni sabe poseer:
son los enigmas
hablando por sí solos, sus presencias
reguladoras, sueño, acaso un sueño
tan poderoso, abierto, estremecido
que es necesario hundir en sus raíces
nuestra razón de ser y contentarnos
con meditar gozando estos paisajes
por los que nuestro aliento se expansiona
bajo el pinar:
el aire, la fragancia,
¿qué son sino vestigios de mí mismo
aun antes que de mí desaparezcan
figura y sombra?
Miro a las montañas
y baja de sus lados el perfume
de sus sedosos vellos.
Miro a lo alto
y sólo veo el sol omnipotente
tendiéndome sus manos luminosas
como cualquier galán.
La vida o nada.
La vida nada más o cualquier sino.
Cuando el pinar se mueve tembloroso
y de todos los nudos de su cuerpo
cantan las crías nuevas del verano
con hambre fresca:
el hambre y sólo vida.
Este piar, mi pecho, el movimiento
de todo lo que está cansado y vive.
¿No está todo animado por un hambre
majestuosa y tierna?
Un hambre vela
porque la vida siga, siendo canto,
porque la vida siga siendo vida.
Un hambre o este yo que aquí, en el centro
de mi bondad, irradia los clamores
que hacen de la mañana un sortilegio
suavemente tendido:
miro abajo
y el corazón se posa como un ave
sobre los laboriosos campos finos
del color de la miel,
miro más hondo
y apenas ya si veo otra caricia
que no sea belleza.
Es el silencio
lo que impregna entero esta distancia,
lo que me da la altura conveniente
desde donde las cosas se incorporan
a su divinidad.
Pero este curso
que en mi costado late irresistible
sabe que el mundo es más, que vida es vida,
que lo que sangre lleva por las venas
es un bravo torrente que no logra
detenerse contento:
mana y mana
con imprevisto curso lamentoso
su fuerza ciega:
gime y goza y canta
porque la vida es eso, trino ardiente,
porque la vida es eso, fuerza ciega,
fuerza que labra el mundo primoroso
y al hombre recostado que dormita
bajo el pinar postrero.

Juan Gil-Albert.

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