miércoles, 8 de mayo de 2013


Despedida.




Antes de que tu cuerpo finalmente
rodara dulce entre la mar dichosa,
quisiste reposar tu luz graciosa,
mezclarla acaso con mi luz ardiente.

Cañada y sombras. Más que amor... la fuente
en su exquisita paz se hizo morosa,
y un beso largo y triste, a la hora umbrosa,
brilló en lo oscuro, silenciosamente.

Ay la dicha que eterna se veía
y en esta orilla crudamente mana
un tiempo nuevo para el alma mía.

Todo lo presentí: la luz lejana,
la lágrima de adiós, la noche fría...
Y el muerto rostro al despertar mañana.


El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...