miércoles, 10 de abril de 2013


Mirando hacia atrás.


Siempre miro hacia atrás.
Me gusta observar de nuevo cada uno de mis pasos
recreando el camino que es solo mío,
de nadie más. 

Volteo con temor,
sabiendo, encontraré de nuevo piedra y huecos,
muros y cimas por escalar.
 Veredas que se inclinan hacia arriba y hacia abajo
que permiten fortalecer mi caminar
A lo lejos veo los puentes y las arenas del mar.

Las bellas montañas rodeándome sin cambiar
que poco a poco aprendí a disfrutar.
Me deleito cuando pongo mi mirada 
en el verde resplandor de la pradera
con mil flores colorando el panorama
que agasaja mis pupilas con su magia hechicera
y sorprende mis sentidos como si fuera la vez primera.

Los vientos helados y lluvias torrenciales
me enseñaron lo que es la adversidad. 
Sentimientos y emociones, amores y desamores,
palabras, acciones recuerdos, olvidos,
presentes. Ahí están.

Siempre miro hacia atrás. 
Ahí me topo con el aroma del cielo
y los sonidos de los días sin final.
Las canciones y los versos los poemas y los cuentos
que resuenan como gritos que no deseo olvidar. 

Errores que costaron lágrimas y esa tristeza
que siempre tuvo un buen final.
Sentimientos rebasados cual lecciones obligadas
en el arte de aprender a AMAR. 

Como un viento que me eleva
Y la briza que me lleva hasta verte aparecer en mi soñar.
Como el brillo de una estrella alumbrando mi ladera
aflorando de mí ser, la felicidad.

Siempre miro hacia atrás
Vuelvo a ver los rostros de quienes caminaron conmigo
para bien o para mal. Y no olvido, nunca olvido
olvidar, es no haber existido jamás. 

El camino, tuyo y mío/ mío y tuyo de pronto se volvió unidad
transformando una visión similar
Contigo, con ellos, con sonrisas y con versos,
con los sueños que se hicieron realidad.
Y, aquí están ellas, nuestras estrellas
iniciando su camino individual. 

Y nosotros, aun que miramos hacia atrás,
nunca dejamos de contemplar
la ruta que algún día habrá de terminar. 

Sabiendo, sin dudar
que en cada momento juntos tocamos el firmamento
sin dejar de asumir y disfrutar
nuestra propia y ansiada
individualidad.



El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...