
El cielo de tu tacto
amarillo cubría
el oculto jardín
de pasión y de música.
La caricia del alma
-brisa en temblor- movía
todo lo que tú eras.
¡Qué crepúsculo bello
de rubor y cansancio
era tu piel!
Estabas como un astro sin brillo,
recibiendo del sol
la luz de tu contorno.
Sólo bajo tus pies era de noche.
Manuel Altolaguirre.