
En medio de la multitud le vi pasar,
con sus ojos tan rubios como la cabellera.
Marchaba abriendo el aire y los cuerpos;
una mujer se arrodilló a su paso.
Yo sentí cómo la sangre desertaba mis venas gota a gota.
Vacío, anduve sin rumbo por la ciudad.
Gentes extrañas pasaban a mi lado sin verme.
Un cuerpo se derritió con leve susurro al tropezarme.
Anduve más y más.
No sentía mis pies.
Quise cogerlos en mi mano,
y no hallé mis manos; quise gritar, y no hallé mi voz.
La niebla me envolvía.
Me pesaba la vida como un remordimiento;
quise arrojarla de mí.
Mas era imposible, porque estaba muerto
y andaba entre los muertos.
Luis Cernuda.