martes, 28 de mayo de 2024

  Noche inicial

Cerrada.



Campo desnudo. 

Sola la noche inerme. 

El viento insinúa latidos
sordos contra sus lienzos.

La sombra a plomo ciñe
fría, sobre tu seno
su seda grave, negra, cerrada. 

Queda preso el bulto así en materia
de noche, insigne, quieto
sobre el límpido plano
retrasado del cielo.

Hay estrellas fallidas.
Pulidos goznes. 

Hielos flotan a la deriva
en lo alto. Fríos lentos.

Una sombra que pasa,
sobre el contorno serio
y mudo bate, adusta,
su látigo secreto.

Flagelación. 

Corales de sangre o luz o fuego
bajo el cendal se auguran,
vetean, ceden luego.

O carne o luz de carne,
profunda. Vive el viento
porque anticipa ráfagas,
cruces, pausas, silencios.

Vicente Aleixandre.

viernes, 17 de mayo de 2024

   Retrato.



Estabas solo y alto.
Yo miraba cómo todos los pájaros
debajo de tu frente se escondían.
¡Qué ir y venir y qué volver!
Cómo todas las cosas
quedándose se iban
a entrarse por tus ojos.

Cómo yo mismo no sabía
si estaba junto al árbol
bajo aquel cielo tan azul,
o si los verdes límites del parque
estaban encerrados en tu frente.
Si de tanto entrar ya
dentro de ti las cosas,
eras el mundo donde estábamos.
Si para que brillaran las estrellas
bastaba que cerrases tus dos ojos.
Estabas solo y alto,
pero también dentro de ti.


Manuel Altolaguirre.


miércoles, 3 de abril de 2024

El viejo y el Sol.

Había vivido mucho.
Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco,
muchas tardes cuando el sol caía.
Yo pasaba por allí a aquellas horas y me detenía a observarle.
Era viejo y tenía la faz arrugada, apagados, más que tristes, los ojos.
Se apoyaba en el tronco, y el sol se le acercaba primero,
le mordía suavemente los pies y allí se quedaba
unos momentos como acurrucado.
Después ascendía e iba sumergiéndole, anegándole,
tirando suavemente de él, unificándole en su dulce luz.
¡Oh el viejo vivir, el viejo quedar, cómo se desleía!
Toda la quemazón, la historia de la tristeza,
el resto de las arrugas, la miseria de la piel roída,
¡cómo iba lentamente limándose, deshaciéndose!
Como una roca que en el torrente devastador se va dulcemente desmoronando,
rindiéndose a un amor sonorísimo,
así, en aquel silencio, el viejo se iba lentamente anulando, lentamente entregando.
Y yo veía el poderoso sol lentamente morderle con mucho amor y adormirle
para así poco a poco tomarle, para así poquito a poco disolverle en su luz,
como una madre que a su niño suavísimamente en su seno lo reinstalase.

Yo pasaba y lo veía. Pero a veces no veía sino un sutilísimo resto.
Apenas un levísimo encaje del ser.
Lo que quedaba después que el viejo amoroso, el viejo dulce,
había pasado ya a ser la luz y despaciosísimamente era arrastrado en los rayos postreros del sol,
como tantas otras invisibles cosas del mundo. 

 

Vicente Aleixandre.

lunes, 26 de febrero de 2024

 

    Eternidad.



Este jardín donde estoy
siempre estuvo en mí. No existo.
Tanta vida, tal conciencia,
borran mi ser en el tiempo.
Conocer la obra de Dios
es estar con Él.

Manuel Altolaguirre.

martes, 6 de febrero de 2024

   Amarga boca.



No es lo mismo la boca
hecha para besar (toda boca a besar y a morir dispuesta se abre)
y que besó viviente,
que esa otra que no halló nunca un beso
y que guarda su ardor para otro beso último.

La soledad viviente
gastó su fuerza extrema
y apurada se mira en ese rostro, acaso,
más que cansado, fijo,
todo corteza propia.
Aquí viose algún día
el sol, en unos ojos
azules cuando vierte
su amanecer el monte más que rojo;
o cuando más gallardo
el píe pisaba lumbres
recientes o, avanzando,
sonaba ei guijo puro entre las aguas.

La juventud risueña,
el dardo en venas finas,
los pulsos dadivosos,
hacia el confín latían. ¡Ah, cuán ligados
con la fina verdad del mundo a solas!

Todo era cuerpo humano,
besos desde las cimas,
promesas inseguras pero cuán ciertas, luces,
y una palabra todo,
redonda: el universo.

Boca allí dibujada
como contra otra boca.
Juventud conjugada
contra otro mundo idéntico.
Y si el sol presidía, era otro corazón con su luz misma.

Pero el tiempo, el esfuerzo,
las piedras, la montaña,
el crepúsculo estéril,
todo en su curva dulce se hizo bronco,
mondo al fin como el páramo.

Páramo en esta noche,
boca contra otros fríos
cuando el rostro ahora asume
su fin y es su corteza.
Igual que muere el día
hoy nace: el mismo acaba.
Y la mano se extiende
a la luz o a la lluvia,
a la noche continua,
como esa rama sola de un invierno.

Boca que acaso supo
y conoció, o no sabe,
porque no conocer es saber último.    


Vicente Aleixandre.

martes, 30 de enero de 2024

¿De quién me quejo con tan grande extremo.


La desgracia del forzado,
Y del corsario la industria,
La distancia del lugar
Y el favor de la Fortuna,
Que por las bocas del viento
Les daba a soplos ayuda
Contra las cristianas cruces
A las otomanas lunas,
Hicieron que de los ojos
Del forzado a un tiempo huyan
Dulce patria, amigas velas,
Esperanzas y ventura.
Vuelve, pues, los ojos tristes
A ver cómo el mar le hurta
Las torres, y le da nubes,
Las velas, y le da espumas.
Y viendo más aplacada
En el cómitre la furia,
Vertiendo lágrimas, dice,
Tan amargas como muchas:

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?

«Ya no esperen ver mis ojos,
Pues ahora no lo vieron,
Sin este remo las manos,
Y los pies sin estos hierros,
Que en esta desgracia mía
Fortuna me ha descubierto
Que cuantos fueron mis años
Tantos serán mis tormentos.

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?

Velas de la Religión,
Enfrenad vuestro denuedo,
Que mal podréis alcanzarnos
Pues tratáis de mi remedio.
El enemigo se os va,
Y favorécele el tiempo
Por su libertad no tanto
Cuanto por mi captiverio.

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?

Quedáos en aquesa playa,
De mis pensamientos puerto;
Quejáos de mi desventura
Y no echéis la culpa al viento.
Y tú, mi dulce suspiro,
Rompe los aires ardiendo,
Visita a mi esposa bella,
Y en el mar de Argel te espero.»

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?


Luis de Góngora y Argote.

miércoles, 24 de enero de 2024


Sueño.



¡A los remos, remadores!
-Gil Vicente-


Noche.
Verde caracol, la luna.
Sobre todas las terrazas,
blancas doncellas desnudas.
¡Remadores, a remar!
De la tierra emerge el globo
que ha de morir en el mar.

Alba.
Dormíos, blancas doncellas,
hasta que el globo no caiga
en brazos de la marea.
¡Remadores, a remar,
hasta que el globo no duerma
entre los senos del mar!



Rafael Alberti.


  Noche inicial Cerrada. Campo desnudo.  Sola la noche inerme.  El viento insinúa latidos sordos contra sus lienzos. La sombra a plomo ciñe ...