jueves, 23 de febrero de 2017

Árbol de soledad.




Aquí en el bosque, donde tanta altura
a través de los siglos alcanzaron
estos frondosos árboles, quisiera
dejar crecer en mí las empinadas
y retorcidas venas de mi canto,
venas que son las ramas de un ardiente
corazón enterrado en el olvido
que de su sangre vegetal se ufana:

Plantada así, mi soledad se eleva,
sin otro afán que conseguir del cielo
la mirada del sol, tan compasiva
como el llanto piadoso de las nubes.




Manuel Altolaguirre.

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