martes, 26 de mayo de 2015

Tentación.





No. De noche no.
De noche no, porque me miran ellas.
Sería un mudo reproche
el rubor de las estrellas.

Tan inocentes, tan puras,
con sus ojos ignorantes,
latiendo como diamantes
allá arriba en las alturas.

-Entonces, mira.
Mañana bajo el sol viejo y ardiente.
La luz ciega, muerde, aplana.
El alma duerme... y consiente.

-¿De día? No.
Las estrellas en el cielo están también.
¿No lo sabías? Sí.
Ellas, aunque invisibles, nos ven.



Gerardo Diego.

El viejo y el Sol. Había vivido mucho. Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco, muchas tardes cuando el sol caía. Yo p...