miércoles, 29 de octubre de 2014

La voz a ti debida. Versos 201 a 236.





-Mañana-. 
La palabra iba suelta, vacante, 
ingrávida, en el aire, 
tan sin alma y sin cuerpo, 
tan sin color ni beso, 
que la dejé pasar 
por mi lado, en mi hoy. 
Pero de pronto tú 
dijiste: «Yo, mañana...» 
Y todo se pobló 
de carne y de banderas. 
Se me precipitaban 
encima las promesas 
de seiscientos colores, 
con vestidos de moda, 
desnudas, pero todas 
cargadas de caricias. 
En trenes o en gacelas 
me llegaban - agudas, 
sones de violines - 
esperanzas delgadas 
de bocas virginales. 
O veloces y grandes 
como buques, de lejos, 
como ballenas 
desde mares distantes, 
inmensas esperanzas 
de un amor sin final. 
¡Mañana! Qué palabra 
toda vibrante, tensa 
de alma y carne rosada, 
cuerda del arco donde 
tú pusiste, agudísima, 
arma de veinte años, 
la flecha más segura 
cuando dijiste: Yo...



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